Artículo escrito por Reginaldo Esquer Félix, Vicepresidente Nacional de Justicia y Asuntos Tributarios de la Coparmex
Twitter: @Reginaldo_EF
Cada fin de año es una oportunidad de reflexión, el momento en el que podemos hacer un balance de lo logrado, a veces provocado, producto de una planeación y del esfuerzo, y en otras ocasiones producto de la suerte y de la casualidad, sujetas a elementos fuera de nuestro control.
Las personas solemos aferrarnos a la esperanza, particularmente cuando nos encontramos en una situación complicada; se trata de un recurso razonable, que nos ayuda a no caer en la depresión, basados en la idea de que de alguna forma las cosas mejorarán. Esa confianza de que lo que viene será mejor actúa como estímulo y aporta ánimo, fuerza y tranquilidad; por otro lado, cuando perdemos esa confianza, o el miedo nos gana, la vida se vuelve una ardua batalla contra los obstáculos.
¡Vaya que este 2021 tuvimos grandes obstáculos!
En la mitología griega se explica el origen de la esperanza a través del mito de la caja de Pandora. Según cuenta la historia, Zeus, luego de que Prometeo le robara el fuego para dárselo a los hombres, se enfureció y regaló a Pandora, mujer del hermano de Prometeo, una caja donde estaban encerrados todos los males del mundo. Pandora, con una curiosidad innata infundida por los dioses, abrió la caja para ver su contenido y todos los males fueron liberados, pero la cerró rápidamente, quedando dentro únicamente la Esperanza.
De ahí el origen que dio nacimiento a la frase “la esperanza muere al último”, aunque un amigo lo relacionaba con la idea de que moriría primero que su esposa, de nombre Esperanza.
La esperanza es pues un estado de ánimo optimista en el cual aquello que deseamos o aspiramos nos parece posible. En este sentido, la esperanza supone tener expectativas positivas relacionadas con aquello que es favorable y que se corresponde con nuestros deseos. La esperanza es lo contrario a la desesperanza y, como tal, muchas veces sirve como pretexto moral para no caer en el desaliento, para no perder la serenidad ni perder de vista aquello que se pretende alcanzar. La esperanza se puede asociar a la frívola idea de que realizar nuestros anhelos y deseos se podrá conseguir sin hacer nada para ello, olvidando la acción, como si los objetivos pudiesen conseguirse sin participar en su ejecución, por lo menos en aquellos aspectos que están en nuestras manos.
La esperanza de que como mexicanos merecemos un mejor destino viene obligadamente asociada a nuestras acciones; si no, es una esperanza vana, inocente o milagrosa. Los invito a reflexionar en todo lo que tenemos que hacer, que esté en nuestras manos, en las manos de los ciudadanos, y que no dependan de las acciones de un gobierno, porque desde luego podremos o no contar con ellos.
Mucho ayudaría desde luego contar con gobiernos que tomen decisiones prudentes, prácticas y no ideologizadas, que su búsqueda no pretenda réditos electorales o el interés de la permanencia o perpetuidad partidista, sino que realmente se preocupen por todos; por tener un desarrollo inclusivo, en el que todos seamos parte.
Así que termino diciendo que, por salud mental estamos obligados a esperar lo mejor, pero siempre debemos estar preparados para lo peor.