Artículo escrito por Lorena Jiménez Salcedo, Presidenta del Comité de Federaciones de Coparmex vía Excelsior
Las imágenes de los ataúdes que llegaron al aeropuerto de Toluca conmovieron a tal grado, que te preguntas un millón de veces las razones por las cuales esos migrantes decidieron irse de su país, ése en el que no existen oportunidades, en donde sólo quieren alcanzar el soñado objetivo de llegar a Estados Unidos, ganar en dólares y mejorar su calidad de vida.
No sólo se trata de 26 mexicanos que murieron en la caja de un tráiler el pasado 27 de junio en San Antonio, Texas, ni siquiera se trata sólo de esas 26 familias rotas; se trata de todo un país y de unas autoridades apáticas, que no han podido brindarles un espacio de igualdad de oportunidades; se trata de un país que ha normalizado el dolor de sus migrantes durante años.
El Banco de México reportó, a principios de julio de este año, que el monto acumulado de los ingresos derivados de las remesas que envían los migrantes mexicanos que están principalmente en Estados Unidos, alcanzó los 22 mil 413 millones de dólares, durante el periodo de enero a mayo de 2022, lo que significa 16.8% más, con respecto al año pasado, que registró 19 mil 190 millones de pesos.
Cifras históricas que han sido “agradecidas” permanentemente por el gobierno federal, como si de un logro se tratara, mientras los llamados “coyotes” siguen haciendo negocios millonarios con los sueños de miles de mexicanos que pretenden llegar a la tierra prometida, sin que las autoridades pongan un alto a la cifra de personas que desaparecen y mueren en el trayecto o, simplemente, no logran cruzar, perdiendo el dinero que pagaron por ello.
Los recursos que envían los migrantes han resultado un bálsamo para miles de familias mexicanas, especialmente en estos momentos de incertidumbre económica debido al incremento de la inflación provocada, entre otras cosas, a causa de la pandemia, así como a la lenta recuperación económica, entre otros acontecimientos de coyuntura nacional e internacional.
Urge que los gobiernos, desde el municipal hasta el federal, generen estrategias reales de apoyo permanente a los migrantes y que dejen de ser moneda de cambio, y queden expuestos en todos los sentidos y direcciones.
A esto hay que sumarle la gran cantidad de migrantes de otros países de Centro y Sudamérica, el Caribe e, incluso, África, que han llegado a nuestro país con el mismo objetivo: cruzar el río Bravo para llegar a tierra estadounidense.
Nos hemos convertido en una sociedad apática a la que sólo le interesa su metro cuadrado, centrándose en su privilegio, y que no alcanza a comprender que estamos interconectados, que todo lo que pasa a nuestro alrededor nos afecta, y esta problemática no es la excepción.
Urge sensibilidad, empatía y soluciones a niveles local y regional para que haya una migración ordenada, pero, sobre todo, para que se les garantice a estos mexicanos su integridad y dignidad, y que sus derechos sean respetados en todo momento.