Artículo de opinión escrito por: Francisco Javier López Díaz, Director General de Coparmex | Vía Excelsior
Twitter: @franlodimx
Era el año 2000 y recuerdo la emoción que en ese momento me causaba votar por segunda vez en mi vida para una elección presidencial. Se perfilaba una votación histórica en el país que abriría paso a la primera transición del Poder Ejecutivo federal después de más de 70 años gobernando el mismo partido político y, sin duda, esa elección nos marcó a muchos jóvenes de ese momento en creer y crear conciencia sobre la democracia, iniciando en esa generación una nueva etapa cívica en nuestro país.
Varios años ya han transcurrido y hemos sido testigos de que la percepción por la democracia se ha deteriorado no sólo en nuestro país, sino en muchos otros. Tan sólo hay que ver la abstención que ha sido el reto a vencer, sobre todo en la población más joven, en donde podemos constatar que en la votación del 2018 el abstencionismo entre personas de 29 años o menos fue del 46 por ciento. Las entidades con mayor porcentaje de abstención, si sólo consideramos a la población joven (29 años o menos), fueron Sonora (59%), Guanajuato (56.4%), Baja California Sur (55.4%), Chihuahua (55.2%) y Baja California (54.7%); esto nos indica que, en algunos estados, de cada 10 jóvenes, cinco de ellos prefirieron o decidieron no ejercer su derecho a votar. Para sumar a este análisis, otros estudios nos indican que, si lo dividimos por género, el abstencionismo fue mayor entre hombres. El 41.9% de los hombres en la lista nominal no ejerció su voto, mientras que el porcentaje para mujeres fue del 33.7 por ciento.
Y, ante estos resultados, la pregunta que nos hacemos es: ¿por qué los jóvenes están tan alejados de las urnas? La respuesta, sin duda, tiene muchos ángulos para poder entender, desde la situación económica y social que están viviendo los jóvenes, en donde cada vez hay mayor competencia y limitadas oportunidades de desarrollo y la presencia de alta deserción escolar, sobre todo en época pospandemia, que impactan en el tejido social con un sentimiento de rechazo a la política y a los políticos que en su percepción no resuelven los problemas inmediatos en su vida cotidiana y de ahí la negativa a querer participar en una elección ejerciendo su derecho a votar.
Recientes investigaciones nos dan también datos relevantes que podrían sumar al por qué los jóvenes no salen a las urnas, ya que actualmente tenemos más de 20 millones de personas que no han actualizado su credencial del INE de un padrón de más de 90 millones registradas, y de estas personas sin actualización de su INE un gran porcentaje son jóvenes. De ahí que desde la sociedad civil organizada y organismos empresariales se está impulsando una campaña que promueva la actualización de sus credenciales a fin de disminuir el abstencionismo para las próximas elecciones del país.
El 2024 y las elecciones que vienen están en puerta: una persona para la Presidencia de la República, nueve gubernaturas, 128 senadurías, 500 diputaciones federales, renovación de 31 congresos locales y mil 580 ayuntamientos (más las 16 alcaldías de la CDMX). Sin duda, una elección histórica, por lo que muchos estamos convencidos de que para fortalecer la democracia se requieren demócratas, y es nuestra tarea, como ciudadanos, impulsar la participación del voto, sobre todo en la población más joven, con quien podemos empezar a crear una narrativa de que, si bien nuestro país tiene muchos desafíos por resolver, existen soluciones para los problemas y debemos exigir a los que decidamos democráticamente que nos gobiernen, que implementen esas soluciones y rindan cuentas. Si esa narrativa la comunicamos correctamente, estoy convencido de que las elecciones del próximo año podrían llevarse a cabo con una participación histórica en nuestro país.