Artículo de opinión escrito por: Francisco Javier Ruiz López, Presidente nacional de la Coparmex Digital | Vía Excelsior
Twitter:@PacoRuizL
México se encuentra en un momento crucial de su historia. Las elecciones de 2024 no son sólo el evento político donde los mexicanos nos apasionamos como en un partido de futbol, son también una oportunidad para redefinir el país. En este contexto, tres conceptos emergen con fuerza: educación, democracia participativa y digitalización.
La educación es el cimiento de un futuro prometedor y la digitalización puede llevar esta premisa a su máxima expresión. Países como Finlandia han demostrado cómo las herramientas digitales, los contenidos de calidad y los maestros con libertades pueden transformar el aprendizaje. Los estudiantes finlandeses acceden a recursos educativos de vanguardia y se involucran en actividades colaborativas que los preparan para el futuro que enfrentarán.
La digitalización amplía el acceso a la educación, permitiendo que los estudiantes aprendan en cualquier momento y en cualquier lugar. Esta flexibilidad beneficia especialmente a aquellos en zonas remotas o con limitaciones socioeconómicas. Además, permite un aprendizaje personalizado, cada estudiante avanza a su ritmo y recibe apoyo individualizado. Además, la tecnología puede enriquecer el proceso educativo, ayudando a los profesores a diseñar experiencias de aprendizaje más interactivas y atractivas.
La digitalización también tiene el poder de revitalizar nuestra democracia. La experiencia de Estonia es un testimonio de ello. Este país ha implementado sistemas de votación en línea y consultas ciudadanas digitales, fortaleciendo la participación y la transparencia. Las herramientas digitales eliminan barreras, facilitando la participación ciudadana en procesos democráticos, desde votar hasta expresar opiniones o decidir en qué se gastarán sus impuestos. Además, pueden mejorar la transparencia gubernamental, dando a los ciudadanos una visión clara de cómo se toman las decisiones y la eficiencia de los servidores públicos. Suecia, por ejemplo, ha visto cómo las organizaciones civiles utilizan las redes sociales para promover la participación ciudadana y la colaboración en la toma de decisiones y a los políticos no les ha quedado otra que acatar la voluntad de las mayorías.
El 2024 es más que una elección; es el momento de decidir qué tipo de futuro queremos. Un futuro donde la educación y la democracia se potencian mediante la digitalización, y donde cada mexicano tiene voz en la construcción del país. Estamos en una encrucijada: podemos elegir entre un pasado que ya conocemos, un presente que parece querer regresarnos a ese pasado o un futuro que, aunque incierto, promete ser brillante y esperanzador si todos nos involucramos.
Para lograrlo, es esencial invertir no sólo en educación, sino también en infraestructura digital y en la capacitación necesaria para que todos los ciudadanos puedan beneficiarse de estas herramientas.
Nos queda claro que para el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ni la participación ciudadana ni la transparencia y mucho menos la educación han sido una prioridad, pero la pregunta está en el aire: ¿para nosotros será una prioridad al momento de presentarnos en las urnas?