Artículo escrito por: Gustavo Almaraz Petrie, Presidente del Comité de Estrategia Pública Coparmex, vía Expansión Política.
Si fuese preciso nombrar a este periodo, deberíamos quizás pensar en los términos “vulnerabilidad financiera” o “inseguridad económica.
La economía no ha dado un respiro durante el 2022. A lo largo del año, el tema económico ha sido uno de los grandes retos a nivel nacional e internacional. El 2022 trajo consigo la relajación de medidas para enfrentar la pandemia y el regreso a la “normalidad”. No obstante, también nos hemos enfrentado a las diversas consecuencias inflacionarias y bajas en el intercambio comercial; así como a las repercusiones por la disminución en las actividades productivas. Tampoco se puede olvidar el conflicto armado ruso-ucraniano, o de las enemistades y tensiones geopolíticas que se reafirmaron en medio de las complicaciones que enfrentaron las cadenas de suministro.
Si fuese preciso nombrar a este periodo, deberíamos quizás pensar en los términos “vulnerabilidad financiera” o “inseguridad económica” pues, como todos sabemos, el crecimiento económico mundial ha perdido su impulso (según el FMI, se tuvo una desaceleración del 6% en 2021; una del 3.2% en 2022; y para el 2023, ésta será del 2.7%) , al mismo tiempo que los índices inflacionarios se han disparado hacia arriba (para los mismos años, las cifras contempladas por el mismo organismo son del 4.7%, el 8.8% y el 6.5%, respectivamente). Esto se ha reflejado de muchas formas en nuestra vida cotidiana, siendo la más notoria el aumento en el costo de vida debido al alza en los precios de alimentos, combustibles, artículos de primera necesidad y fertilizantes.
Las afectaciones no actuaron por igual con todos los sectores y, por lo tanto, tampoco impactaron de la misma forma a las naciones. Evidentemente, las más golpeadas fueron todas aquellas en vías de desarrollo, cuyos índices poblacionales se identifican mayoritariamente con la obtención de menores ingresos y, por lo tanto, con menores accesos a instrumentos financieros y mayores probabilidades de incremento en la deuda. Con todo, pudimos presenciar también en el 2022 que, contrario a lo que se creía, México logró sobreponerse en gran medida a los escenarios desfavorecedores.
Si bien el país se enfrentó a un gran incremento en sus índices inflacionarios y los precios de los alimentos y los productos básicos vieron máximos históricos, a partir de octubre, México logró ver fortalecidos varios elementos. La inflación comenzó a ceder lentamente, al igual que los precios en alimentos y productos de primera necesidad. Al mismo tiempo, la actividad económica recuperó sus cifras prepandémicas y la IED continuó arrojando números favorables.
Con el fenómeno mundial pudimos observar que México se convirtió en un potencial destino natural (por la cercanía a Estados Unidos y la conexión con Latinoamérica) y predilecto (por sus grandes cualidades en manufactura y bondades geográficas). Esto ha contribuido, desde luego, a lo que pinta como la “recuperación”. Diversos inversionistas de talla mundial han afirmado que estos son los años de oportunidad para México, siendo el nearshoring o friendshoring lo que encabeza la lista de acciones prioritarias y de mayor impacto para los indicadores de crecimiento económico del país.
Lo anterior no significa que tenemos la batalla ganada frente al pronóstico de desaceleración (y muy probable precarización mundial), sino todo lo contrario. Significa que lo que tenemos frente a nosotros es el gran compromiso de implementar las formas, mecanismos, estructuras y canales de comunicación adecuados que nos permitan gozar de esos años prometedores para la IED, la capacitación de personal mexicano y el crecimiento financiero, entre otros. En este sentido resultará sumamente relevante que no se permita que los temas políticos y el contexto electoral distraigan a los liderazgos de las oportunidades que se presentan. Sin esto, poco podremos hacer para mantener el interés de los inversionistas.
¿Podrán equivocarse los números y las predicciones de los profesionales en economía? Indudablemente. Sin embargo, en cualquier escenario, nos estaríamos equivocando si no hacemos caso de las tendencias globales de relocalización y las necesidades de mejorar e incentivar nuestro marco normativo y nuestras estructuras de implantación. Así, el 2023 llega a México con una nueva oportunidad de asegurar el provenir financiero y de ponerle fin a la crisis cuanto antes.