
Artículo de opinión escrito por: Lorena Jiménez Salcedo | Presidente de la Comisión Nacional de Bienestar Social | Vía:@SinEmbargoMX
Hablar de migración con dignidad no es incompatible con hablar de seguridad. Ambos valores pueden y deben convivir.
En las últimas semanas, nuevas redadas migratorias en ciudades y campos de Estados Unidos han devuelto a la conversación pública una realidad que no podemos ignorar: la migración no cesa, las respuestas gubernamentales se endurecen y, en medio de todo, millones de personas mexicanas siguen aportando trabajo, cultura, vida y desarrollo a un país que también es suyo.
Los medios han documentado los operativos del ICE en al menos cinco estados. Las órdenes del Presidente Donald Trump han reactivado políticas de detención y deportación con poco margen de argumentación y amplios matices: migrantes esposados, ciudadanos estadounidenses atacados y hasta senadores expulsados.
Ante ello, México tiene una oportunidad histórica, y no es la de confrontar sino la de coordinar. No es la de fabricar culpables sino la de construir soluciones. No es ni será la de vanagloriarse de quién prendió fuego a una patrulla y luego ondeó la bandera mexicana, sino la del país que tuvo la altura de miras para comprender a profundidad la coyuntura y apostar por construir los puentes de diálogo que, tarde o temprano, requerirá Washington para despresurizar la coyuntura que ellos solos crearon.
En la Coparmex siempre hemos reconocido la relación bilateral entre México y Estados Unidos como la más importante del mundo. No sólo por ser el principal socio comercial, sino porque es un vínculo entre personas, comunidades y economías profundamente entrelazadas que tiene décadas de historia.
La migración forma parte estructural de esa relación no poco familiar, y por ello debe abordarse con responsabilidad, inteligencia y humanidad. Debe tratarse como un tema de familia.
Porque nuestro país ha sabido siempre hilar fino con el vecino del norte. Porque la comunidad migrante mexicana en Estados Unidos representa más que una cifra en el censo. Son sustento de industrias clave como la agricultura, la construcción, los servicios y la manufactura. Los datos son contundentes: tres de cada cuatro trabajadores agrícolas en un buen número de estados de la Unión Americana son mexicanos.
Esto no sólo se trata de remesas. Se trata de economía y seguridad nacional, pero también de dignidad, de derechos humanos y de reconocimiento. Es tiempo de puentes de plata.
Ninguna economía puede prescindir de su fuerza laboral sin pagar un alto costo en estabilidad, cohesión y productividad. Ninguna economía rescinde de su mano de obra por discurso.
De ahí la oportunidad. El Gobierno de México debe ser un facilitador de soluciones. No es momento de declaraciones que escalen el conflicto, sino de diplomacia que construya. Por ello, desde la Coparmex hemos exhortado a las autoridades federales a mantener canales abiertos con sus contrapartes en Estados Unidos, a reforzar los consulados como espacios de defensa legal y humanitaria, y a promover acuerdos que garanticen el respeto a los derechos básicos de las personas migrantes.
A la par, hemos hecho un llamado al sector privado, a las organizaciones civiles y a los gobiernos locales de ambos países para que trabajen juntos. La migración no puede resolverse con políticas cortoplacistas y, menos aún, desde trincheras ideológicas. Sólo la altura de miras construye naciones prósperas, y solo el diálogo honesto y la cooperación intersectorial permitirán soluciones sostenibles.
Por ello hemos rechazado reiteradamente las manifestaciones que socaven la relación binacional o la imagen internacional de nuestro país.
Sabemos que, en un entorno global tan competitivo, preservar la estabilidad jurídica, la confianza mutua y la inversión es también una forma de defender a nuestras comunidades, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
Hablar de migración con dignidad no es incompatible con hablar de seguridad. Ambos valores pueden y deben convivir. Una frontera ordenada y segura no excluye el respeto por la vida humana ni la posibilidad de avanzar hacia modelos de movilidad laboral regulada y justa.
Nuestro compromiso es con el futuro de la región. El fenómeno migratorio no puede tratarse como un problema importado ni como una amenaza externa. Es una realidad compartida que exige altura política.
No es tiempo de radicales, sino de sensatez sostenida. Hace falta una voz moderada que combine humanidad con legalidad, visión de largo plazo con acción inmediata y, desde el sector empresarial, estamos listos para ser parte de esa voz.
#OpiniónCoparmex