Artículo de opinión escrito por: Oscar de Jesús Martínez Treviño, Vicepresidente Nacional de Contexto Laboral, Salud y Vivienda de Coparmex | Vía El Financiero
Twitter: @oscarmartinezt
Imposible solucionar un problema si no se reconoce previamente su existencia. Aceptar con objetividad las cosas como son y no engañarnos viéndolas como quisiéramos que fueran puede resultar doloroso, pero es el indispensable primer paso en la resolución de todo problema. A partir de ahí, podemos aspirar a encontrar su solución.
Pues bien, tratándose de la seguridad en nuestro país, es evidente, a juzgar por los resultados, que salimos ampliamente reprobados. La inseguridad no solo está generalizada en gran parte de su territorio, sino que además tiene una muy preocupante tendencia al deterioro.
¿Muestras de lo anterior? Ahí están los más de 150 mil homicidios dolosos registrados en lo que va del presente sexenio (un número muy superior a los 156 mil con que terminó todo el sexenio anterior o a los 120 mil del sexenio previo). Están también las más de 67 mil mujeres que fueron víctimas de lesiones dolosas durante el 2022, la cifra anual más alta desde que se tiene registro.
O simplemente, ahí están los amplios territorios de nuestro país controlados por grupos del crimen organizado que actúan con impunidad ante una sociedad indefensa frente a un Estado incapaz de brindarle la seguridad a la que tiene derecho y que constituye la razón primigenia de su misma existencia.
Locura pretender ignorar esta realidad. En México tenemos un severo problema de inseguridad. Así de simple y así de grave.
Poco importa si la culpa de la situación actual es de tal o cual gobierno. Lo que verdaderamente importa, es que se trata de un flagelo que todos sufrimos y que por lo tanto a todos nos conviene resolver.
Desafortunadamente no hay atajos o fórmulas mágicas. Construir un México seguro, justo y en paz, requerirá de la participación de todos. Demandará terminar con el polarizaste e inútil reparto de culpas y en su lugar reconocer que solo trabajando unidos podremos enfrentar este flagelo.
Será necesaria la convocatoria a un amplio acuerdo nacional en el que los principales actores de la sociedad, incluido los poderes de la unión, los empresarios, los sindicatos, las iglesias y los organismos de la sociedad civil se comprometan con este gran objetivo.
Es tiempo de dejar de lado la politiquería. Es tiempo de trabajo y de unión. El tamaño del fracaso compartido en materia de seguridad nos obliga a ello. Nadie por sí solo podrá generar las condiciones de justicia y paz que son necesarias para poder aspirar a la seguridad. Es una tarea que nos compete a todos.
A la autoridad desarrollando y manteniendo cuerpos de seguridad eficientes, profesionales y respetuosos de los derechos humanos. A los congresos mediante la aprobación de leyes y presupuestos que garanticen que se haga lo anterior. Y a los jueces mediante la aplicación estricta de las leyes impidiendo con ello la impunidad.
A los empresarios y a los sindicatos mediante la generación de relaciones justas y de respeto que permitan la creación de más y mejores empresas que generen empleos competitivos y bien remunerados.
A las organizaciones de la sociedad civil y a las iglesias, mediante su participación en la recomposición del tejido social.
Pero, sobre todo, resolver el problema de inseguridad en nuestro país requerirá de una sociedad formada por ciudadanos de tiempo completo que respeten y exijan el respeto al Estado de derecho.
Ahora que vamos a iniciar un nuevo proceso electoral con miras a las elecciones del 2024, no faltarán los ‘cantos de sirena’ que prometan atajos y fórmulas mágicas. Pero es importante que no nos dejemos engañar. Resolver el tema de la seguridad será una tarea compleja y que requerirá del esfuerzo de todos.
Vale la pena intentarlo. Lo que hagamos o dejemos de hacer será el legado que entreguemos a nuestros hijos. Un México seguro, con justicia y en paz es posible. De nosotros depende.