Se estima que la probabilidad de que México y Estados Unidos logren tener una exitosa renegociación del TLCAN es alta. La razón es simple: Estados Unidos sabe que, si nos hundimos, él se hunde con nosotros ¿Quién se vería más afectado por la ruptura del TLCAN? ¿Qué industrias en México son más vulnerables?
Hay mucha especulación sobre qué pasaría con México si el TLCAN es destruido. Dimes y diretes de múltiples fuentes. Basta de especular.
Esta semana Banamex presentó un estudio sólido para identificar el nivel de vulnerabilidad de más de cien sectores de la economía mexicana frente a posibles cambios en la política comercial con Estados Unidos.
Se midieron cinco aspectos: (1) qué tan dependiente es la industria del mercado de Estados Unidos, (b) qué tan altos serían los aranceles que entrarían en vigor en caso de que se dejaran de aplicar las tarifas preferentes del TLCAN y se comenzaran a aplicar las taridas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), (3) qué sectores de la economía pudieran ser un blanco más atractivo par Trump debido a que amplían el déficit comercial de Estados Unidos, (4) qué tanto depende la producción de esa industria de insumos extranjeros, y (5) qué tan altos serían los aranceles de la OMC a los insumos extranjeros de dicha industria.
Los resultados son fascinantes.
La buena noticia es que solo 9 sectores se encontrarían en un nivel de alta vulnerabilidad. Estos son, ordenadas de acuerdo a su vulnerabilidad: Automóviles y camiones, equipo de audio y video, confección de accesorios de vestir, herrajes y cerraduras, partes para vehículos automotores, confección de prendas de vestir, equipo de comunicación, maquinaria y equipo para el comercio y los servicios, y instrumentos de medición y equipo médico electrónico.
Incluso, algunas industrias están completamente blindadas y nos les pasaría casi nada si la renegociación fracasara, como la extracción de petróleo. La agricultura sería afectada dependiendo del cultivo. Las industrias con menos vulnerabilidad son el aserradero de madera, la minería metálica, el papel y cartón, el cemento y el cultivo de semillas.
La mala noticia es que los 9 sectores que más serían afectados representan el 40% de las exportaciones mexicanas, y el 23% del PIB del sector manufacturero. Por ejemplo, tan solo la suma de automóviles y camiones, y partes para vehículos automotores, representan una cuarta parte de las exportaciones de México a Estados Unidos.
Aún así, no hay razón para no ser optimista. Si bien la catástrofe pudiera ser de magnitud relevante para nuestro país, la probabilidad de que ocurra es extremadamente baja ¿Por qué? Por que Estados Unidos tiene tanto interés en México como nosotros en ellos.
Se estima que al menos la mitad del comercio entre México y Estados Unidos es intra-industrial, es decir, se realiza con procesos productivos que involucran a ambos países y cuya disolución afectaría notoriamente a ambos países. México importa de Estados Unidos bienes intermedios y exporta a Estados Unidos manufacturas terminadas. De hecho, el 40% de las manufacturas que México exporta son contenidos hechos en Estados Unidos que nosotros solo ensamblamos y transformamos.
Tal parece que lo más probable es que observemos a un Estados Unidos que pretenda que ha cambiado las reglas del comercio (para satisfacer a los votantes de Trump) pero en realidad no lo haga (porque esto destruiría la economía de Estados Unidos y, por consecuencia a los votantes de Trump).
Así que, lo que veremos en los próximos meses, más que un acto de negociación comercial será un acto de malabarismo y cortinas de humo. Trump lo único que verdaderamente quiere es poder decir que ganó. El éxito de los negociadores mexicanos consistirá en darle a Trump lo que quiere, alguna ganancia, sin destruir el tratado en su conjunto.
Una parte que sí debe ser parte de la negociación (y que Estados Unidos desea) es subir el sueldo de los mexicanos que laboran en la manufactura. Aceptar tener mejores salarios mejoraría la calidad de vida de los mexicanos y el crecimiento económico mediante los incrementos en la demanda agregada. No dejemos que el peor enemigo del trabajador mexicano sean los negociadores mexicanos del TLCAN.