
Artículo de Opinión escrito por Domingo Ruiz López | Presidente de la Comisión Nacional Fiscal de Coparmex | Vía: @Milenio
La conversación sobre la reducción de la jornada laboral en México ha tomado fuerza, y es una oportunidad para replantear la manera en que concebimos el trabajo en el siglo XXI. No se trata de trabajar más, sino de trabajar mejor. La productividad no necesariamente depende del número de horas que una persona permanece en su puesto, sino de la calidad del tiempo invertido, del acceso a herramientas adecuadas, del clima laboral y del sentido que encuentra en lo que hace. Trabajar menos horas sin perder ingresos puede ser compatible con mayores niveles de bienestar y competitividad, si se acompaña de una visión integral.
La discusión sobre la jornada laboral requiere una visión de largo plazo, basada en información técnica y plena conciencia de sus efectos económicos, sociales y fiscales. En este sentido, se necesita una reducción progresiva y ordenada, especialmente considerando el impacto diferenciado que tendría en las micro, pequeñas y medianas empresas, que constituyen más del 95% del tejido empresarial del país.
La discusión sobre la jornada laboral requiere una visión de largo plazo, basada en información técnica y plena conciencia de sus efectos económicos, sociales y fiscales. En este sentido, nos decantamos por una reducción progresiva y ordenada, especialmente considerando el impacto diferenciado que tendría en las micro, pequeñas y medianas empresas, que constituyen más del 95% del tejido empresarial del país.
La gradualidad no significa postergación; significa responsabilidad. Significa entender que los cambios estructurales necesitan acompañamientos adecuados para ser sostenibles. No podemos exigir a una empresa de cinco empleados lo mismo que a una multinacional con presencia global. Por eso proponemos una implementación escalonada, con tiempos diferenciados y con esquemas de acompañamiento técnico, financiero y fiscal que permitan a todas las unidades económicas transitar hacia un nuevo paradigma laboral.
Es fundamental mirar este desafío desde una perspectiva sistémica. Reducir la jornada laboral sin modificar las condiciones fiscales puede resultar en una sobrecarga para las empresas, desincentivar la formalidad y poner en riesgo empleos. Por eso, el cambio debe ir acompañado de ajustes fiscales que aligeren las cargas y favorezcan el empleo formal.
Una de las medidas fiscales más urgentes es restaurar la deducibilidad plena de las prestaciones de previsión social. Hoy en día, dichas prestaciones solo son parcialmente deducibles, lo que desincentiva su otorgamiento. Recuperar su deducción al 100% no solo alivia las cargas fiscales del empleador, sino que fortalece la red de bienestar para los trabajadores, promoviendo empleos más dignos, formales y estables. Esta medida sería una palanca de equidad y productividad.
De igual forma, es imprescindible actualizar las tablas y tarifas del Impuesto sobre la Renta para personas físicas. La falta de ajuste conforme a la inflación genera un fenómeno insidioso: las personas van pagando, en términos reales, una mayor proporción de su ingreso, aunque sus ingresos no hayan aumentado en poder adquisitivo. Esto erosiona el principio de capacidad contributiva y atenta contra el mínimo vital. Si queremos un sistema tributario justo, debemos reconocer que la inflación no puede convertirse en un mecanismo indirecto de aumento de impuestos.
Estos ajustes no son concesiones, sino condiciones mínimas para que el nuevo modelo laboral que queremos construir tenga viabilidad y legitimidad. No se trata solo de mejorar las condiciones del trabajo, sino de crear una economía más justa, más formal, más resiliente.
México enfrenta el desafío de combatir la pobreza y la desigualdad, que son lastres que frenan nuestro desarrollo y que exigen una acción concertada del sector público y del sector privado. Construir un nuevo modelo laboral exige no solo mejorar las condiciones del trabajo, sino también crear un entorno económico más justo, formal y resiliente. Esto implica diálogo, con visión de largo plazo, con políticas públicas responsables y con empresarios comprometidos con el bien común.
Una jornada laboral digna y humana, sostenida por un marco fiscal justo y eficiente, es un paso necesario hacia un México más próspero y más justo para todos.