
Artículo de Opinión escrito por: Armando Zúñiga Salinas | Vicepresidente de Comunicación de Coparmex Nacional | Vía: La Prensa
Por mucho tiempo, pensar en una empresa era pensar solo en números. Éxito significaba utilidades, crecimiento, expansión. Pero el mundo cambió, y con él, también nuestra manera de entender el liderazgo.
Hoy, no basta con ser rentables. Es indispensable ser responsables. Porque en un país donde casi la mitad de la población vive en pobreza —según datos del CONEVAL— las empresas no pueden seguir operando como si la realidad social fuera un asunto ajeno.
El pasado 23 de abril, en el marco del Día Mundial de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), en la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX) reafirmamos nuestro compromiso con un modelo empresarial centrado en la persona, reconociendo su dignidad y teniendo al bien común y la justicia como valores ineludibles.
Esto nos debe llevar a una reflexión importante: ¿qué tipo de empresarios queremos ser y qué empresas queremos tener? Ante una realidad polarizada y profundamente desigual, sostenemos que la empresa del siglo XXI ya no puede limitarse a generar valor económico. Su papel debe ser el de un actor social con responsabilidad directa en la transformación de su entorno y en el desarrollo de todas las personas a su alrededor.
Es una tarea que en nuestra Confederación tomamos muy en serio. Y aunque el camino ha sido más complejo de lo que imaginábamos, los avances son tangibles.
No partimos de cero. Desde 2011, los Principios Rectores de la ONU sobre Empresas y Derechos Humanos han trazado un camino claro: toda empresa tiene la responsabilidad de identificar, prevenir y atender los impactos que genera, tanto dentro como fuera de sus puertas.
En países como Alemania y Francia, esto ya no es solo una sugerencia ética: es una obligación legal. México aún no llega a ese punto, pero eso no significa que debamos esperar a que nos lo exijan.
En nuestro país, muchas empresas ya hacemos lo correcto, no por presión, sino por convicción. Lo he visto de cerca: pequeñas y medianas empresas que se esfuerzan por pagar sueldos dignos, por crear espacios libres de violencia, por incluir a personas con discapacidad, por cuidar el medio ambiente. Esas acciones no salen en los titulares, pero cambian vidas.
Y es ahí donde cobra sentido una metodología como la de UNIAPAC, que parte de una idea poderosa: poner a la persona en el centro. Diagnóstico, formación y transformación son sus tres pilares. No es teoría, es práctica.
Este modelo permite a las empresas vivir auténticamente su compromiso social: un diagnóstico que evalúa tanto la gestión interna de la organización como las condiciones reales de vida de sus colaboradores y su entorno; una formación integral que transforma actitudes y criterios en todos los niveles, desde la alta dirección hasta cada integrante; y una transformación que se materializa en acciones medibles y de alto impacto, como garantizar un salario digno, promover la igualdad de género y asegurar ambientes laborales libres de violencia.
Es sentarse a escuchar a los colaboradores, entender sus necesidades, verlos como personas antes que como recursos. Es formar líderes que no teman hablar de valores y que actúen con coherencia. Es pasar de las palabras a los hechos.
No estamos hablando de altruismo. Estamos hablando de visión. El Foro Económico Mundial lo ha dicho con claridad: los principales riesgos para la economía global hoy están ligados a la fragmentación social y a la crisis ambiental. Ignorar esto no solo es irresponsable, es mal negocio.
Redefinir el éxito empresarial no significa renunciar a la rentabilidad. Significa entender que los resultados no pueden medirse solo en ganancias, sino también en impacto positivo. En cómo tratamos a nuestra gente, cómo cuidamos el entorno, cómo contribuimos a la paz social.
En COPARMEX sabemos que tenemos una gran oportunidad como empresarios: demostrar que se puede hacer empresa de otra manera. Que se puede generar valor sin renunciar a la ética. Que el liderazgo no se impone, se inspira. Que el poder no se usa para dominar, sino para servir.
Y es que, al final del día, todos dejamos un legado. En COPARMEX, bajo el liderazgo de nuestro presidente nacional, Juan José Sierra, estamos seguros de que el nuestro será recordado por las vidas que tocamos y transformamos en el camino.
Desde aquí, hago una invitación abierta: construyamos juntos una economía con alma. Una economía centrada en la persona, comprometida con la verdad, la justicia y el bien común. Porque eso, más que cualquier otra cosa, es lo que México necesita. Eso es amar a México.