
Artículo de Opinión escrito por: Armando Zúñiga Salinas | Vicepresidente de Comunicación de Coparmex Nacional | Vía: @Excelsior
Las micro, pequeñas y medianas empresas son el verdadero corazón productivo de México. Constituyen la mayoría del tejido empresarial y generan la mayoría de los empleos formales.
Sin embargo, su situación revela una paradoja, mientras se habla de récords en inversión extranjera, el tejido de las empresas más cercanas a la vida cotidiana se debilita. En los últimos 12 meses, más de 27 mil pequeños y medianos empleadores, incluidos profesionistas independientes, se dieron de baja del IMSS. Además, se perdieron más de 99 mil empleos en el segmento de empresas de 1 a 50 trabajadores. Estas cifras revelan una fragilidad estructural que exige colocar a las MiPyMEs en el centro de la política económica.
México ha sostenido en buena medida su gasto social y de inversión pública mediante deuda. Sin embargo, ese expediente está agotado. La nueva deuda prevista para 2026 apenas cubrirá intereses y comisiones, lo que obliga un replanteamiento de fondo.
La única vía para sostener el actual modelo de desarrollo es el crecimiento, construido con inversión, certeza jurídica, infraestructura, innovación y, sobre todo, con más y mejores empresas.
Una de las condiciones estructurales más urgentes es la economía informal, que representa cerca del 25% del PIB y se concentra en el universo de las microempresas. Aunque es un espacio dinámico, también está marcado por la precariedad, lo que limita su integración regional. La informalidad refleja la falta de condiciones para competir desde la legalidad, trámites engorrosos, inseguridad, escaso acceso al crédito y débil acompañamiento técnico. Formalizar este sector exige políticas públicas audaces y cercanas.
Las MiPyMEs enfrentan un rezago en su aportación al valor agregado de la economía. Según los censos económicos, en los últimos cinco años su participación apenas creció 0.4 puntos porcentuales, muy por debajo del avance de casi 7 puntos logrado en el periodo anterior. En términos relativos, están perdiendo terreno frente a otros actores económicos.
El reto es claro. Las MiPyMEs deben integrarse a las cadenas de valor regionales y globales para recuperar dinamismo. No hay desarrollo posible si permanecen al margen de la transformación económica mundial.
Integrarlas a sectores de alto contenido tecnológico, como el automotriz, aeroespacial, farmacéutico o agroindustrial, elevaría su productividad y fortalecería el contenido regional en el comercio exterior de México.
Coparmex ha decidido avanzar con el programa Crece Mi Negocio, que será lanzado a inicios de 2026. Su propósito es fortalecer la permanencia de las micro y pequeñas empresas mediante acceso a financiamiento competitivo, formación sectorial y canales efectivos de comercialización. Más que una suma de apoyos dispersos se trata de un ecosistema integral que permite crecer, certificarse y vincularse con cadenas de proveeduría, así como utilizar intensivamente la Inteligencia Artificial en favor de la productividad de cada uno de sus integrantes.
La primera edición regional de la Feria Internacional de Innovación y Emprendimiento (FIIE), realizada en Querétaro la semana pasada, confirmó el potencial de esta estrategia. Formalizar no es llenar papeles, es ganar capacidad de crecer, acceder a crédito, integrarse a cadenas de valor y brindar seguridad social. Con esta visión, Coparmex se ha trazado una meta hacia su centenario en 2029 consistente en acompañar a más de 100 mil MiPyMEs para que fortalezcan su productividad y consoliden su permanencia.
México necesita un crecimiento sostenido superior al 3 % anual. Sin inversión privada suficiente, ese objetivo no se alcanzará. Y no habrá inversión sin confianza ni certeza jurídica. Por eso es fundamental fortalecer el Estado de derecho, simplificar trámites, garantizar reglas claras y asegurar condiciones de seguridad. En la medida en que reconstruyamos ese entorno, las MiPyMEs podrán arriesgar, innovar y expandirse. Y con ellas, toda la economía podrá recuperar dinamismo.
Para muchas empresas, la frontera no está en el mapa, sino en la falta de trazabilidad, empaques adecuados o conocimiento de regulaciones internacionales. Superar estos obstáculos es indispensable para competir en los mercados más exigentes.
La microeconomía de las familias y de las pequeñas empresas es el termómetro más preciso del país. El crecimiento debe reflejarse en la base productiva y en la vida cotidiana de millones de mexicanos que sostienen sus negocios con esfuerzo diario.
Si Crece Mi Negocio articula capital, capacidades y mercados, el país tendrá más empresas que perduren, más empleo formal y mayor productividad territorial.
México necesita crecer desde la base. No hay atajo.