
Artículo de Opinión escrito por Lydia Nava Vázquez, Vicepresidenta Nacional de Centros Empresariales de COPARMEX | Vía:@elsolde_mexico
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El Estado de México fue escenario de un hecho histórico: la firma del Memorándum de Entendimiento entre sindicatos y empleadores para la creación del Consejo Estatal, Social, Económico y Ambiental. Este acto, más que un protocolo, representa una convicción compartida: México solo podrá crecer con justicia social si fortalece su diálogo social.
Durante años, las relaciones laborales se entendieron desde la confrontación. Hoy, las circunstancias del país —y del mundo— nos exigen dar un paso más allá: pasar del acuerdo momentáneo a la construcción permanente de consensos. El diálogo social no es un fin en sí mismo, sino el camino más sólido para generar empleo digno, elevar la productividad y garantizar estabilidad en los entornos laborales.
Este nuevo Consejo Estatal será un espacio institucional y permanente donde sindicatos, empleadores y autoridades podamos compartir diagnósticos y soluciones frente a los desafíos del trabajo, la inversión y la sostenibilidad. Desde la perspectiva empresarial, representa una oportunidad invaluable para alinear los esfuerzos productivos con los sociales y ambientales. Porque la competitividad ya no se mide solo en cifras, sino también en la calidad de vida que genera.
En cada una de las empresas del país late el esfuerzo de millones de personas trabajadoras que, junto con los empresarios, sostienen la economía real. Ese vínculo entre capital y trabajo no puede ser circunstancial; debe ser el eje de una estrategia nacional de desarrollo que trascienda coyunturas políticas y marque una nueva era de colaboración.
La creación del Consejo Estatal, Social, Económico y Ambiental no ocurre en el vacío. Es parte de un movimiento más amplio que desde COPARMEX impulsamos a nivel nacional con el Encuentro Social, Económico y Ambiental, donde se refrendó que el diálogo es la herramienta que transforma el crecimiento en bienestar. En cada mesa de trabajo, en cada conversación entre sindicatos y empresarios, se ha confirmado que la verdadera fortaleza de México está en su gente y en su capacidad para construir acuerdos.
El T-MEC nos exige competitividad, la transición energética nos demanda sostenibilidad, y la realidad social nos recuerda que sin cohesión no hay estabilidad posible. Por eso, el diálogo entre empleadores y trabajadores se vuelve una política de Estado en sí misma: el instrumento que permite atender los retos del presente y anticipar los del futuro.
En este nuevo capítulo del diálogo social, cada empleo formal genera bienestar y cada empresa que prospera fortalece a su comunidad. Por ello, la meta es que el crecimiento económico sea sostenible, incluyente y capaz de cerrar brechas territoriales y sociales. Y eso solo puede lograrse si trabajamos juntos.
El reto que tenemos por delante es enorme, pero también inspirador. Requiere visión, corresponsabilidad y, sobre todo, confianza. Confiar en que el diálogo no debilita, sino que fortalece; que la colaboración no resta, sino que multiplica. En el Estado de México y en todo el país, los empleadores y las personas trabajadoras estamos demostrando que México tiene futuro cuando la unidad se convierte en propósito.



