Artículo de Opinión de nuestra Consejera Nacional Rosa Marha Abascal en El Sol de México.
Twitter: @rmabascal
Una realidad en nuestra Patria es la de las madres que por decisión o por necesidad trabajan.
Conocemos el rol que éstas desempeñan: madres, amas de casa, y trabajadoras. Es esperable que estén en todas las reuniones de la escuela, que dirijan a sus hijos en los estudios, que la casa esté arreglada, limpia, con comida sana y además, que sean eficientes, eficaces y productivas al 100 por ciento en sus empleos, sin mencionar que sean amigas, hijas, hermanas, primas etc., todo en grado de excelencia.
Sería natural que esto fuera exigible si, al mismo tiempo, se contara con un esquema familiar y social, que propiciara el equilibrio en labores domésticas donde hombre y mujer colaboraran en el hogar y en la educación cada uno de acuerdo con sus características y fortalezas, pero, sobre todo, si el esquema laboral promovido socialmente generara vías para favorecer la integración de la mujer en sus roles, logrando un mejor resultado en cada área.
Llama la atención que estando todos conscientes de que las madres trabajadoras son casi 16 millones de mujeres, 73 por ciento de la población femenina económicamente activa, no haya iniciativas desde el gobierno, ni desde el empresariado, para generar políticas que favorezcan la integración plena y equilibrada de la mujer en dichos ámbitos.
Es innegable el papel de la mujer como madre y formadora. Su lejanía del hogar provoca desajustes emocionales, formativos y éticos en los hijos que crecen solos. Así lo señaló Alejandra Rivera, directora del centro PE y DE, “si esto no lo tiene, se produce una desprotección psíquica que influye no sólo en su estabilidad emocional, también en su seguridad y deseos de salir a aprender de ese mundo complejo en el que se tiene que integrar”
Una mujer que por trabajo está lejos del hogar, que no puede ejercer su papel de madre, necesariamente estará enfrentando es su interior, esta dicotomía que, adicionalmente, no permitirá que se vuelque y comprometa al 100 por ciento con su trabajo bajando su productividad.
Este año que comienza podría tener como propósito identificar y diagnosticar los problemas “empresa– familia”, respecto a las madres trabajadoras para proponer políticas al interior de las empresas, en coordinación con colaboradores y sindicatos, para proteger la célula básica de la sociedad, la familia, promoviendo la productividad en las empresas, círculo virtuoso que a todos beneficiará.
En ello identifico cuatro retos esenciales: 1. Desarrollo de recursos y estructuras sociales que permitan cuidado y atención (hijos, personas mayores y enfermos); 2. Reorganización de tiempos y espacios de trabajo, guarderías, asilos, escuelas de tiempo completo, flexibilidad laboral, centros de trabajo céntricos o trabajo a distancia; 3. Centros de trabajo con políticas internas de conciliación entre la vida personal, familiar y laboral; 4. El fomento de una nueva cultura familiar, en donde el hombre y mujer, como equipo, sean responsables de la familia e hijos.
Y ahora ya sólo queda remangarse y ponerse a trabajar.