Artículo escrito por Gerardo Trejo Veytia, Subsecretario General de Coparmex Nacional para El Economista
Twitter: @gerardo_trejo_v
El estancamiento económico previo a la llegada del Covid-19 a México y la recesión actual, se deben principalmente a un deteriorado “clima de negocios”, sumado a un discurso gubernamental polarizante y a decisiones de política pública equivocadas que han dañado la confianza para invertir en nuestro país.
Cada vez es más evidente la animadversión de este gobierno hacia las empresas privadas; ser empresario en México es hoy más difícil y riesgoso, ante un entorno adverso para emprender con éxito.
Lograr condiciones favorables para que el sector privado invierta más, genere valor agregado y cree nuevos empleos, debería ser objetivo primordial de cualquier gobierno. No hay bienestar posible sin empresas, inversión privada y crecimiento económico.
Probablemente la decisión que más ha dañado la confianza en el gobierno fue la inexplicable cancelación del aeropuerto de Texcoco con criterios eminentemente políticos, sin tomar en cuenta la evidencia y opinión de expertos; preocupó la medida, pero lo que más dañó la certidumbre y confianza para invertir fue la consulta con la que se pretendió justificar la decisión. Recientemente mediante otra consulta popular en Mexicali, el gobierno federal frenó una inversión privada con avance considerable y todos los permisos en regla.
La aprobación de leyes que atentan contra los derechos de propiedad privada, facultando al poder ejecutivo para disponer de los bienes de las personas sin la sentencia firme de culpabilidad dictada por un juez y que permiten equiparar discrecionalmente a los empresarios con delincuencia organizada, aplicándoles un régimen de excepción sin garantías mínimas para su defensa, aumentó el riesgo para emprender en México. Estas nuevas leyes propias de un régimen autoritario tienen el supuesto objetivo de combatir la corrupción, pero aquí aplica el principio: El fin (aunque sea bueno) no justifica los medios.
Siguieron cambio de reglas y trabas para la inversión privada en el sector de hidrocarburos y electricidad, que son decisiones dogmáticas y apartadas de cualquier racionalidad económica.
Los insistentes ataques del presidente al “neoliberalismo” sin explicar claramente el nuevo modelo económico que se pretende instaurar, dejan más dudas que certezas. El discurso polarizante y las reiteradas descalificaciones en contra del sector patronal de nuestro país, están generando un clima antiempresarial que dañará aún más la confianza de los empresarios. La estrategia de dividir y enfrentar a la sociedad en: los de arriba y los de abajo, ricos y pobres, liberales y conservadores, tal vez sea efectiva para mantener el apoyo de su base electoral, pero resultan muy perjudiciales para la economía, al minar la confianza y enrarecer el ambiente de negocios.
En los últimos meses el gobierno federal decretó el cierre temporal (como medida para enfrentar la crisis sanitaria) de muchos negocios al considerarlos “no esenciales”; pese a ello, el Presidente declaró que no habrá rescates y que si las empresas quiebran será su responsabilidad, rechazando implementar apoyos reales para mantener el empleo y la supervivencia de las empresas privadas. La inacción del gobierno se traducirá en un incierto porvenir para millones de familias. La inverosímil promesa de que el gobierno generará 2 millones de empleos este año, es simplemente una fantasía.
La fallida estrategia de seguridad pública conocida como abrazos no balazos debe modificarse pronto, sin condiciones mínimas de seguridad no hay bienestar ni desarrollo posible.
Las medidas para debilitar contrapesos y órganos autónomos, sumado a un evidente distanciamiento con el sector empresarial, pintan un panorama poco optimista del futuro.
Es urgente reconstruir la confianza empresarial corrigiendo las decisiones que la han dañado, retomando un discurso conciliador, construyendo un clima de concordia que una en lugar de dividir, garantizando seguridad y certidumbre para la inversión. Cuando hay confianza los empresarios invierten, toman riesgos, innovan y buscan crecer, generando empleos; y las personas gastan y consumen más ante un escenario optimista del futuro, logrando un círculo virtuoso de crecimiento y desarrollo.
Consulta la liga original en: El Economista, Clima antiempresarial y un incierto porvenir.