Artículo escrito por Lorena Jiménez, Presidenta de Coparmex Querétaro vía am de Querétaro
No hemos llegado a Dinamarca como apresuró a decir López Obrador en enero pasado sobre un sistema de salud público que operaría con iguales estándares y eficiencia a partir del 1 de diciembre de 2020. Tampoco nos hemos vuelto Venezuela como muchos de sus detractores pronosticaron durante las campañas presidenciales de 2018.
No somos ni de aquí, ni de allá, como diría Octavio Paz al reflexionar sobre la identidad de quienes, como él, crecieron entre México y Estados Unidos y han vivido en un laberinto de identidades. Creo que ese extravío de identidad nos ha dejado sin la posibilidad de aspirar a muchas respuestas que como país estamos planteando. No caminamos ni hacia el servicio público del país nórdico, ni hacia la sobredevaluación del sudamericano. Sin embargo, tampoco encontramos nuestra propia ruta de identidad hacia el desarrollo común. Hay una queja en la administración federal actual que carga fuerte contra quienes sólo piensan en volver al pasado, pero la realidad es que tampoco se ha vertido un mensaje con propuesta de futuro. Vivimos en el hoy permanente, en el hoy de la coyuntura, en el hoy de ‘la mañanera’, el de sacar la agenda inmediata y cortoplacista, en el hoy de rifar un avión vendiendo cachitos. No sólo lo hace el Gobierno, también lo hacemos los ciudadanos. Vivimos en el hoy del encono y la apuesta al fracaso del de enfrente. Linchamos las barbaridades de un régimen desde la comodidad de nuestro sofá y perdemos de vista la gobernanza que han construido muchos que sí apuestan a ser contrapeso y complemento de un Gobierno incapaz. Es un milagro que nuestra inmovilidad y la del Gobierno no nos hayan llevado a Venezuela, pero estoy segura de que nunca, tampoco, nos van a llevar a Dinamarca.
La inmovilidad acumulada deteriora gradualmente la capacidad de acción del gobierno y el desarrollo de talento de los ciudadanos, y hoy no se comprende una apuesta de futuro sin unos ni otros tras el derrumbe de la visión de gobiernos centralistas que implementaban unidireccionalmente políticas públicas sin aceptar o incorporar la retroalimentación o participación ciudadana.
Si queremos ser Dinamarca, debemos dejar de pensar en un Estado procurador que soluciona milagrosamente el sistema de salud y debemos empezar a hacer nuestra parte en consonancia con la visión de activación ciudadana de ese país. Para ser Dinamarca es prioritario reubicar conceptual y conductualmente al Gobierno en una esfera que siempre es y será más limitada que la de la acción ciudadana. Para ser de verdad daneses debemos apostar por una conciencia de respeto para con todos, incluyendo el ambiente y el mundo.
Una buena metáfora de ello es como en Copenhague ya se utilizan más bicicletas que vehículos. No solo se usan para ocio, sino para reparto y traslado familiar al interior y exterior de la ciudad.
Para ser Dinamarca el gobierno indudablemente debe de cambiar mucho, pero también nosotros debemos hacer nuestra parte.