Articulo de opinión escrito por Gerardo Trejo Veytia, Secretario General de Coparmex | vía Etcétera
Twitter: @gerardo_trejo_v
La libre competencia económica genera un círculo virtuoso que beneficia a todos. Cuando las empresas compiten para conseguir clientes deben continuamente diferenciarse, mejorar la calidad de los servicios y productos que ofrecen y a un precio competitivo. Para lograr esto es fundamental atraer a los mejores colaboradores para ofrecer un desarrollo integral dentro de la empresa, lo que incluye un buen salario. Invertir en capacitación es fundamental para adquirir conocimientos y habilidades que posibiliten la innovación y diseño de nuevos productos.
Al existir competencia en todos los mercados las empresas cada vez cuentan con mejores insumos a un menor costo, logran aumentos en la productividad y eficientan la cadena de valor; así se da un circulo virtuoso de mayor inversión, crecimiento económico, generación de empleos bien pagados y un desarrollo sostenible e inclusivo.
La libre competencia no sólo asegura buenos productos y servicios a precios competitivos, sino también mejora los salarios.
El gobierno debe permitir y facilitar la inversión privada y la libre competencia en todos los mercados mediante una simplificación de la regulación. Urge eliminar prohibiciones y obstáculos burocráticos a través de la disminución del costo regulatorio. Se debe evitar caer en la tentación de implementar controles de precios, como está sucediendo actualmente con el gas LP, ya que eso sólo ahuyenta posibles nuevas inversiones y pone en riesgo de quiebra a los actuales participantes en este mercado, con la consecuente disminución de la oferta y posible escasez. Al final los controles de precios gubernamentales resultan contraproducentes. No les conviene a los consumidores, ni a los trabajadores de esas empresas ni a la economía de México en su conjunto, ya que dañan de forma importante la confianza, la certeza jurídica y la competitividad de nuestra economía.
Tampoco es buena idea que el gobierno pretenda convertirse en empresario para “competir” con los privados. Eso ya lo vivimos en los años setenta y resultó desastroso para la economía de nuestro país. Aparte de que el gobierno es un pésimo empresario, no es su papel: en una economía de libre mercado la labor del gobierno se debe centrar en generar confianza, brindar seguridad pública, piso parejo y certidumbre jurídica a la inversión. El gobierno tiene una titánica labor para mejorar la calidad y cobertura de los servicios de salud y de educación, que es donde debe centrar sus esfuerzos.
El objetivo primordial del gobierno debe ser generar las condiciones necesarias y suficientes para que todos podamos desarrollar, en lo individual, nuestras potencialidades al máximo, para lograr salir adelante con nuestro propio trabajo y esfuerzo. La libre competencia genera un círculo virtuoso de más y mejores productos, servicios, empresas y empleos bien remunerados, lo que asegura un desarrollo sostenible e inclusivo.