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El camino a la recuperación en la educación

Artículo de opinión escrito por Luis Durán, Presidente del Comité de Difusión de Coparmex

Twitter: @LuisEDuran2

Ahora que llevamos varios meses de clases presenciales es momento de hacer una pausa y evaluar dónde estamos en el camino a la recuperación de lo perdido en estos tiempos de COVID-19. Es muy importante reconocer, como ya se ha comentado ampliamente, que la interrupción mundial de la educación causada por la pandemia de COVID-19 no tiene paralelo, y sus efectos en el aprendizaje han sido graves. Según un estudio reciente del Banco Mundial, la UNESCO y la UNICEF, la crisis paralizó los sistemas educativos y los cierres de escuelas afectaron a más de 1.6 mil millones de estudiantes. El estudio demuestra que las pérdidas de aprendizaje han sido grandes e injustas. Las evaluaciones recientes de aprendizaje muestran que los niños de muchos países se han perdido la mayor parte o la totalidad del aprendizaje académico que normalmente habrían adquirido en la escuela, donde los niños más jóvenes y marginados han sido los que más han perdido. Por ejemplo, los estudiantes de San Paulo (Brasil) aprendieron solo el 28 por ciento de lo que tendrían en las clases presenciales y el riesgo de abandono escolar aumentó más del triple. Y en nuestro país, si bien tenemos varios meses con clases presenciales, todos los niveles educativos muestran atrasos importantes que no se han atendido correctamente. Sobre todo, en los niveles más vulnerables de la sociedad. Nuestros docentes a lo largo y ancho del territorio nacional reportan dificultades en llevar adecuadamente los planes de estudios asignados. La mayoría de los estudiantes simplemente no tienen el nivel de aprendizaje que les corresponde al nivel educativo en el que están.

El estudio anteriormente mencionado puntualiza con datos lo que en México tenemos con evidencia del sentido común. Por ejemplo, en Karnataka (India), la proporción de estudiantes de tercer grado en escuelas gubernamentales capaces de realizar sustracciones simples cayó del 24 por ciento en 2018 a solo el 16 por ciento en 2020. Se estima que esta generación de estudiantes corre el riesgo de perder ganancias de por vida equivalentes al 14 por ciento del PIB mundial actual, mucho más que lo que se estimaba el año pasado. En los países de ingresos bajos y medianos, la proporción de niños que viven en la pobreza de aprendizaje, que ya superaba el 50% antes de la pandemia, aumentó bruscamente, potencialmente hasta el 70%. Es imperativo atender esta realidad con sentido de urgencia en nuestro país. Lo bueno es que no todo son malas noticias. La crisis de esta pandemia obligó a la comunidad educativa mundial a aprender algunas lecciones críticas, pero también destacó que la transformación y la innovación son posibles. A pesar de las deficiencias de las iniciativas de aprendizaje a distancia, hubo aspectos positivos e innovaciones. La educación remota e híbrida, que se convirtió en una necesidad cuando azotó la pandemia, ha mostrado el potencial de transformar el futuro del aprendizaje si se fortalecen los sistemas y se aprovecha mejor la tecnología para apoyar a nuestros docentes.

Para poder atender las necesidades de nuestros estudiantes debemos abordar primero la crisis de datos de aprendizaje, evaluando los niveles de aprovechamiento de los estudiantes. Si bien tenemos información anecdótica de las pérdidas sustanciales en lectura y matemáticas, la evidencia sobre específicamente donde se encuentran estas pérdidas de aprendizaje generalmente sigue siendo escasa. Es fundamental que los administradores de escuelas y los maestros tengan acceso a datos de aprendizaje que reflejen su contexto, para que puedan orientar la instrucción y acelerar la recuperación de lo aprendido en cada estudiante. Debemos aprovechar las herramientas que ya existen para lograrlo, como consolidar el plan de estudios, ampliar el tiempo de instrucción y hacer cambios pedagógicos basados en la evidencia. Necesitamos hacer que la recuperación del aprendizaje sea una prioridad en nuestro país.

La pandemia ha puesto de manifiesto la fragilidad de nuestros sistemas educativos, así como los bajos niveles de aprendizaje y las marcadas desigualdades que persisten en México. Es momento de pasar de la crisis a la recuperación, y más allá de la recuperación, a sistemas educativos resilientes y transformadores que realmente entreguen aprendizajes efectivos para promover el bienestar de toda la sociedad. Para lograrlo, debemos hacer de los niños y los jóvenes una verdadera prioridad en medio de todas las demás exigencias de la respuesta a la pandemia. El futuro de nuestra juventud y literalmente de nuestro país entero depende de ello.

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