Artículo de opinión escrito por Rosa Marta Abascal, Vicepresidenta nacional de Comunicación || Vía Reforma
Twitter: @rmabascal
Hace unas semanas comencé un curso sobre negociación. Mi expectativa era alta, en estas épocas tan convulsas y llenas de retos, aprender a dialogar para negociar sin duda es una capacidad de la más alta relevancia.
El profesor aportó en su primera clase un decálogo realmente interesante, técnicamente lógico, con herramientas de alta utilidad. Sin embargo algo me molestaba del planteamiento.
Uno de los primeros ejercicios presentó un problema que debía ser negociado en parejas representando intereses de grupos más amplios. Al final se mostraba en el grupo plenario el resultado de las negociaciones. Hubo algunas en las que ambas partes ganaban y otras donde uno de los dos perdía dramáticamente y el otro se aprovechaba de forma escandalosa.
Frente a estos resultados no hubo valoración ética por parte del profesor… Se valía destruir al otro (con todo el grupo de personas que representaba), si desde mi perspectiva ganaba yo. Ahora entendía qué estaba fallando: ganar era la meta, aun cuando el otro perdiera. ¿Es esto justo?, ¿es válido éticamente?, ¿qué implicaciones tiene en la vida comunitaria, en la vida política, en la vida social, en la vida familiar de una persona? ¿Se trata de ganar a toda costa y cueste lo que cueste?
Me bastaron dos sesiones para abandonar el curso: cuando en una negociación enmarcada en un proceso de diálogo, no partimos de que estamos frente a “otro como yo” que representa a “otros como los que yo represento”, personas con derechos, con obligaciones, con responsabilidades, con anhelos y con igual dignidad, sin duda llegaremos a una conclusión poco justa y que no abonará a la construcción del bien común.
Pero de pronto me asomé a la ventana que mostraba la realidad de nuestro amado México y me alarmó… una sociedad cada vez más polarizada por quien debería estar procurando la unidad -que no la uniformidad-, por el bien de todos. Una autoridad que ha olvidado el diálogo fructífero, el consenso, la negociación para construir juntos el bien común. Pareciera que el juego es ver quién humilla más, quién amedrenta más, quién “fusila de manera pacífica” a quien no piensa como ellos.
Las negociaciones en el Congreso son meras pantallas de un grupo de personas que pretenden alinear y alienar, no reconocen en el otro a “otro yo”, no buscan la conciliación, el diálogo para la paz, la construcción conjunta de la mejor solución. Han decidido que “no se cambie ni una coma” de sus propuestas “pierda quien pierda”, así sea México, mientras gane su posición.
Urge un cambio de cultura en nuestra clase política. Sólo privilegiando el diálogo y la concertación para lograr negociaciones en donde todos ganemos, podremos resolver los cada vez más complejos y novedosos problemas que la realidad nos plantea.
No se vale rendirse, es indispensable mantener la apertura al diálogo a pesar de las provocaciones. Siempre existirá gente a la que le convenga la confrontación. Desafortunadamente hoy hay quien procura la división, nos plantea como antagónicos, pretende que la sociedad se polarice y se confronte, que los empresarios nos dividamos, que los grupos políticos que han cedido en pro de alinear objetivos para trabajar juntos por el bien común se fracturen, una lógica que poco tiene de humanista. ¿Lo vamos a permitir?
Yo me sumo a López Méndez… “México, creo en ti”, y creo que tus hijos haremos lo necesario para preservar el diálogo, la construcción conjunta del bien común, en pro del futuro, en pro de todos y cada uno de nosotros.
La autora es vicepresidenta de Comunicación de Coparmex.
@rmabascal #OpiniónCoparmex