Artículo escrito por Ángel García Lascurain Valero, Presidente de la Comisión de Negocios y Financiamiento de Coparmex vía El Financiero
Twitter: @AngelGLascurain
Desde el año pasado se han presentado a nivel internacional presiones inflacionarias que han llevado el crecimiento de los precios a niveles que no se habían registrado en varias décadas.
Inicialmente reflejaron los efectos de diversos choques de oferta y demanda, derivados de la disrupción de cadenas de producción y suministro como resultado de la pandemia. Las previsiones iniciales de analistas y banqueros centrales apuntaban a que fuera un fenómeno temporal, que debía resolverse paulatinamente conforme los factores de oferta y demanda regresaban a la normalidad.
No obstante, en los últimos meses la inflación repuntó con una fuerza inesperada, respondiendo a diversos choques generados tanto por la invasión a Ucrania como por factores específicos a cada país, como pueden ser una política fiscal muy activa y la abundante liquidez proporcionada por los bancos centrales para contrarrestar los efectos recesivos de la pandemia.
En el caso de México, la inflación al consumidor en la primera quincena de junio se ubicó en 7.88 por ciento, mientras que la subyacente lo hizo en 7.47 por ciento anual. Dentro de sus componentes, los precios de los energéticos han tenido un crecimiento menor al de otros componentes del INPC, reflejando en parte el impacto positivo que han tenido las medidas gubernamentales de contención a los precios de los combustibles.
Este entorno ha modificado radicalmente las perspectivas de las tasas de interés. Los bancos centrales están implementando aumentos sustanciales para contrarrestar el crecimiento de los precios. La Junta de Gobierno del Banco de México aceleró su batalla contra la inflación y decidió incrementar en 75 puntos base el objetivo para la tasa de interés interbancaria a un día a un nivel de 7.75 por ciento, con efectos a partir del 24 de junio de 2022. El aumento de las tasas, que deberá continuar durante los próximos meses, tiene también un impacto negativo sobre las perspectivas de crecimiento.
Este escenario presenta para México una disyuntiva compleja. La economía de nuestro país ya ha venido registrando tasas de crecimiento muy reducidas. De acuerdo con datos del INEGI, el valor del PIB al primer trimestre del 2022 es 2.9 por ciento menor al del primer trimestre de 2019 y se sitúa en su nivel más bajo desde el mismo período del 2016. No se percibe que en el segundo trimestre pueda haber resultados diferentes. En mayo, el Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE) ya anticipó un aumento del Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) de 1.0 por ciento, que resulta aún insuficiente.
Dentro de los componentes del crecimiento del PIB, el consumo privado ha mostrado una mejoría. Creció más de 7.0 por ciento en el primer trimestre sobre una base anual, llegando a niveles incluso superiores a los que se tenían antes de la pandemia. Sin embargo, un costo más elevado del dinero encarece el consumo y las cifras recientes de pérdida de más de 500 mil empleos durante el mes de mayo no son buenas noticias. Por el lado del consumo de gobierno, éste se ha mantenido en niveles muy modestos y el impacto del menor crecimiento sobre la capacidad recaudatoria, así como la política de austeridad seguirán impidiendo que sea un motor para apuntalar al crecimiento. En el sector externo, la demanda de Estados Unidos ha contribuido de manera decisiva al avance de nuestras exportaciones y fue el principal apoyo para la reanudación del crecimiento al final de la pandemia.
No obstante, el aumento de las tasas y el entorno geopolítico han elevado el riesgo de una menor demanda por productos mexicanos.
Queda el componente de la formación bruta de capital fijo, la cual se encuentra a niveles históricamente bajos. La inversión privada sigue enfrentando un entorno incierto y la confianza para invertir en México se ha visto limitada por el entorno político y por diversas decisiones de política pública equivocadas. Adicionalmente, el aumento de las tasas eleva el costo de oportunidad de las inversiones.
El sistema financiero global estará sujeto a fuertes presiones en el segundo semestre que previsiblemente se intensificarán en los próximos meses, conforme los bancos centrales corrijan sus posturas monetarias y se hagan más visibles los primeros impactos de la turbulencia reciente sobre los balances de las empresas.
La estrategia gubernamental para limitar el crecimiento de los precios ha tenido un buen impacto, pero sigue faltando una visión estratégica de largo plazo que reconozca la importancia de la inversión y la necesidad de implementar medidas contundentes de apoyo a la confianza y para fortalecer la viabilidad de proyectos de inversión productiva en la escala que nuestra economía requiere, lo que resultará especialmente crítico en el entorno global del segundo semestre.