Artículo escrito por: Leonor Quiroz Carrillo, Presidenta de la Comisión Nacional de Ética e Integridad Coparmex, vía El Heraldo de México.
Machismo, discriminación, violencias, estereotipos, roles de género, androcentrismo, patriarcado, labores masculinizadas, brecha salarial, labores de cuidados y un largo etcétera, son desgraciadamente las barreras que día a día las niñas y mujeres padecemos, teniendo como consecuencia una desigualdad de acceso a oportunidades de desarrollo personal y profesional y peor aún, desigualdad de acceso a servicios básicos como nutrición, salud, educación y acceso a la justicia, lo que impacta severamente nuestros derechos humanos.
Las dolorosas tendencias nacionales no son sólo cifras, son mujeres y niñas que sufren o a quienes les arrebatan la vida por el simple hecho de haber nacido mujeres. Los datos oficiales reportados por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública indican que en octubre de este año se cometieron 80 feminicidios y 239 homicidios dolosos contra mujeres; debemos resaltar que esta última cifra esconde feminicidios, pero por la heterogeneidad de los tipos penales o bien por trampas ministeriales, no se clasifican como tales. La suma de feminicidios y homicidios dolosos contra mujeres en octubre es de 319 mujeres sin vida, que coincide con la sonada y cruel cifra de 11 mujeres asesinadas diariamente en nuestro país. Al dolor de perder la vida, se suma en octubre la cruenta cifra de 2 mil 82 mujeres violadas y 5 mil 856 mujeres que fueron atacadas físicamente causándoles lesiones dolosas (lesiones con el propósito de lastimarlas, no lesiones causadas por negligencia o accidente). Hagamos conciencia de que en nuestro país, todos los días se asesinan a 11 mujeres, se lesionan dolosamente a 195 y se violan a 69.
Cabe resaltar que estas mujeres violentadas son las que se pueden contabilizar porque hubo denuncias, pero debemos considerar que en el delito de lesiones y violación un 90% de las mujeres no denuncian porque no creen en el sistema de investigación y de justicia en nuestro país; además de que temen ser revictimizadas por las propias autoridades, por su agresor o por la sociedad. No olvidemos que estas cifras de mujeres muertas y heridas no reflejan la realidad en nuestro país, sino sólo una muy pequeña parte de ella. Para acercarnos un poco más a la realidad de mujeres agredidas basta con poner sobre la mesa las cifras de llamadas de emergencia al 911 relacionadas con incidentes de violencia contra la mujer, que en su gran mayoría no culmina en denuncias: 28 mil 384 llamadas en octubre y 34 mil 719 en mayo de este año; es decir 946 y mil 157 llamadas diarias de auxilio respectivamente.
Humanicemos estas cifras pues tienen rostro de mujeres que sufren a diario y que les es arrebatada su vida. Tenemos que hacer visibles los hechos, darles voz a nuestras muertas y desaparecidas, a las que son agredidas física, verbal o psicológicamente, y comprometernos a parar a tiempo -desde nuestras casas, ambiente laboral y todos los ámbitos públicos y privados en los que actuamos- las violencias en todas sus expresiones, pues no detenerlas a tiempo condena a las niñas y a las mujeres a ser cosificadas, humilladas, discriminadas y a normalizar las violencias. Hagamos visible la agresión y condenemos enérgicamente cuando alguien haga chistes sexistas; no permitamos que en una reunión laboral o social se descalifique, ofenda, calle o invisibilice a la mujer pues ahí empieza la espiral de las agresiones y tenemos un deber colectivo de actuar oportunamente y con valentía para señalar lo inadmisible, para condenar lo normalizado y deconstruir conductas que nos lastiman y tienden a escalar. Hacer bromas hirientes, alzar la voz, ignorar, celar, culpabilizar, descalificar, ridiculizar u ofender, pronto pasan a humillar en público, amenazar, controlar, prohibir, destruir artículos personales, manosear y golpear “jugando”, para culminar en jalonear, empujar, cachetear, patear, encerrar, amenazar con objetos o armas, violar y mutilar hasta asesinar.
No basta con conocer los datos de violencia en escalada que padecemos, debemos reconocer y detectar a tiempo las violencias, acompañar a la víctima a denunciar y crear redes de apoyo familiares, personales e institucionales que generen círculos de confianza para empoderar y demostrar que no estamos solas y que podemos, juntas y juntos, acabar con este círculo de violencia. Se deben atender las desigualdades y violencias desde las diferentes trincheras en las que actuamos cotidianamente y combatir con acciones claras -en la familia, empresa, gobierno y sociedad- estas conductas que nos lastiman y matan a diario, pues no es sólo un hombre enfermo el que nos agrede, es todo un sistema y en ese sistema estamos tu y yo, estamos todas y todos, actuemos en conciencia y deconstruyámonos permanentemente. #OpiniónCoparmex.