Artículo de Opinión escrito por: Jaleyna de la Peña | Consejera Delegada de Coparmex para Unicef | Vía: Alto Nivel
Twitter: @jaleynadelapen
El Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) publicó recientemente la edición 2023 de su Índice Global de Brecha de Género, en el que se destaca que nuestro país retrocedió dos posiciones respecto al 2022 en materia de equidad de género, posicionándose en el lugar 33 de 146 países evaluados, con una puntuación de 76.5, situándose por debajo incluso de países como Barbados, Jamaica, Costa Rica o Nicaragua.
El mismo estudio resalta que, aunque nuestro país ha tenido avances significativos en materia de educación, salud y empoderamiento político, su mayor reto radica en el ámbito económico en el que se sitúa tristemente a la par de naciones como Costa de Marfil, uno de los países con mayor polarización, desigualdad y pobreza en el África Occidental.
Y es que, de acuerdo con el Informe, la tasa de participación laboral entre hombres y mujeres es muy dispar; 76 y 44 por cierto, respectivamente, a lo que también hay que sumar amplias diferencias en cuanto a ingresos promedio e igualdad salarial.
Sobre este rubro, un análisis realizado por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) en torno al balance trabajo-familia y la corresponsabilidad de las tareas del hogar y de los cuidados, sostiene que en México, las tareas del hogar y de cuidados de menores, adultos mayores, enfermos y/o personas con alguna necesidad especial, alcanzaron un valor económico de 6.8 billones de pesos en 2021. De este monto, las mujeres aportamos 2.6 veces más valor económico que los hombres, ya que el trabajo no remunerado, que ya equivale al 26% del Producto Interno Bruto (PIB) de la economía nacional, lo realizamos principalmente mujeres, con el 64% de nuestro tiempo a la semana, es decir, alrededor de 40 horas; frente al 27% que destinan los hombres, con un promedio de 16 horas por semana.
Estas diferencias desproporcionales son las que representan una de las principales barreras estructurales para la participación de las mujeres en el mundo del trabajo, y exacerba las disparidades en el acceso a mejores condiciones laborales y oportunidades de crecimiento profesional.
La atención prioritaria a estas actividades en el seno familiar ocasiona que las mujeres cuenten con menor disponibilidad de tiempo para desarrollar jornadas en el mercado laboral, reduciendo significativamente sus oportunidades de acceder a mejores empleos e ingresos.
Este contexto desfavorable es el resultado de una serie de factores que desde la sociedad, el gobierno y las empresas hemos fomentado históricamente y que nos ha llevado a un sistema desequilibrado de cuidados en nuestro país.
La cultura y las tradiciones familiares, la falta de políticas públicas para incentivar la equidad de género y la igualdad de oportunidades, así como la falta de adopción de políticas orientadas a la familia en las empresas, son algunas de las variables que inhiben el desarrollo de entornos laborales eficientes, resilientes e inclusivos.
Mientras no exista un sistema equitativo y corresponsable de cuidados en el hogar, difícilmente lograremos disminuir las brechas de género y fomentar esquemas de equilibrio entre lo familiar y lo laboral.
En el ámbito social, es indispensable que sigamos impulsando cambios idiosincráticos y de paradigma que permitan romper con los roles y estereotipos de género en nuestra sociedad y que de esta manera se entienda que los cuidados de la familia dependen de manera igualitaria tanto de hombres como de mujeres.
En las empresas es importante que sigamos fortaleciendo la adopción de medidas que promuevan el desarrollo y liderazgo de las mujeres, que se ofrezcan esquemas flexibles de trabajo y horarios, como, por ejemplo, el trabajo remoto, se prioricen los esquemas de crecimiento por capacidades y habilidades, se promueva la igualdad salarial, así como la promoción de guarderías, lactarios, ampliación de los tiempos de licencias parentales para madres y padres, entre otros.
En lo que respecta al gobierno, es indispensable que se promuevan y adopten políticas públicas a favor del establecimiento de un sistema nacional de cuidados eficiente, confiable, seguro, robusto, con suficiencia presupuestaria y, sobre todo, con un alto sentido humano y social, que brinde apoyo a las familias para delegar en las instituciones públicas y de protección las actividades de cuidado y procuración de las infancias, los adultos mayores y los enfermos, y que de esta manera facilite el acceso de las mujeres al mercado laboral, así como a mejores oportunidades de crecimiento y desarrollo físico, mental, social, emocional y profesional.
Solo así, trabajando de manera conjunta e impulsando acciones concretas en cada uno de los sectores de la sociedad, lograremos construir una sociedad más equilibrada y con igualdad de oportunidades para todos.
Solo cuando alcancemos un verdadero equilibrio social, familiar, laboral y económico entre hombres y mujeres, habremos construido un país inclusivo, igualitario, justo y equitativo.