Artículo de opinión escrito por Luis E. Durán Luján, Presidente del Comité de Difusión de Coparmex | Vía El Universal
Twitter: @LuisEDuran2
El padre de la economía moderna, Adam Smith, solía decir: “El endeudamiento es la esclavitud del hombre libre”. El caso de México en estos días es un ejemplo claro de una política de endeudamiento que no favorece un crecimiento económico a largo plazo y que tiene como objetivo apoyar una agenda política de corto plazo. En las últimas décadas, diversos países han recurrido al endeudamiento como herramienta económica para impulsar su desarrollo. Sin embargo, el destino y uso de esta deuda determina el impacto real en la economía y el bienestar de sus ciudadanos.
Es muy importante distinguir de proyectos que se construyen con una perspectiva de crecimiento, con un enfoque a mediano o largo plazo. Cuando un país adquiere deuda con el objetivo de financiar proyectos de capital, generalmente espera que estos proyectos generen un retorno sobre la inversión. Este retorno puede manifestarse en forma de infraestructura, educación, salud o cualquier otro sector que pueda impulsar el crecimiento económico a largo plazo. Hay ejemplos importantes de éxito como el de Corea del Sur. En las décadas de 1960 y 1970, Corea del Sur adquirió una cantidad significativa de deuda para financiar infraestructura, industria y educación. Este endeudamiento se tradujo en un aumento drástico de su capacidad productiva, lo que permitió a Corea del Sur transformarse de una economía agrícola a una industrializada en un par de décadas.
De manera contrastante está el caso de la deuda que se adquiere con un enfoque a corto plazo. Como es el caso de nuestro país, en el que estamos adquiriendo una deuda para gasto corriente, dadas las insuficiencias en los ingresos proyectados. En días recientes se dio a conocer el gasto presupuestado para el 2024 y las cifras no mienten. Se autorizó un aumento en la deuda de 1.900 Billones de pesos, 72% mayor al endeudamiento solicitado para 2023, lo que nos llevará al nivel de endeudamiento más alto de nuestra historia. Además, a un déficit presupuestario de 4.9% para 2024, que sería el más elevado desde 1988. La historia de la economía mundial está llena de las naciones que han fracasado adquiriendo deuda principalmente para sostener sus gastos. Este tipo de endeudamiento puede ser riesgoso, ya que no se está generando una inversión tangible que pueda generar rendimientos a mediano o largo plazo. El ejemplo de Argentina ilustra claramente cómo una estrategia de corto plazo resulta en daños estructurales importantes que después son muy difíciles de resarcir. En la década de 1990, Argentina acumuló grandes sumas de deuda externa para sostener sus gastos corrientes y la paridad de su moneda. Sin embargo, este modelo no fue sostenible a largo plazo y llevó a la crisis financiera de 2001 en Argentina, resultando en una fuerte devaluación y default en su deuda externa, de la cual no se ha recuperado a la fecha.
México ha tenido ejemplos importantes de desarrollo económico acelerado, apalancados de estrategias en los que su deuda ha sido utilizada para proyectos de capital, como el impulso a la infraestructura en la década de 1980. Sin embargo, también ha enfrentado episodios, como la Crisis del Tequila en 1994, donde el endeudamiento estuvo más ligado a factores cambiarios y a la salida masiva de capitales, lo que resultó en una devaluación del peso. El endeudamiento en sí mismo no es bueno ni malo; todo depende del propósito y la gestión del mismo. Lo esencial es que los países comprendan las consecuencias a largo plazo de sus decisiones y prioricen inversiones que generen desarrollo sostenible y bienestar para su población.
La historia del endeudamiento de los países está llena de ejemplos que fracasaron por privilegiar la deuda a corto plazo para fines políticos como los que estamos viviendo en esto días. El daño estructural en la economía puede ser permanente si no se corrige el rumbo a tiempo. El objetivo final de la deuda debe ser siempre construir desarrollo económico a mediano o largo plazo. Después de todo, como decía el gran filósofo economista Robert Kiyosaki: “La deuda es una herramienta, no un destino.”