Artículo de opinión escrito por: Óscar de Jesús Martínez Treviño | Vicepresidente Nacional de Estado de Derecho, Justicia y Seguridad de Coparmex | Vía: @heraldodemexico
Twitter (X): @oscarmartinezt
Comenzaba el año de 1492, Boabdil, el último sultán de Granada, rendía finalmente el reino Nazarí a los Reyes Católicos tras una agotadora guerra de casi una década. Terminaba así el último reducto musulmán en la península ibérica tras más de ocho siglos de dominación.
Ante semejante tragedia, Boabdil, en su camino al exilio, no pudo, sino romper en llanto. Al verlo así, su madre, seguramente con gran irritación, tampoco pudo, sino reclamarle que llorara desconsolado lo que no había sabido defender como hombre.
La lección de esta desgarradora escena es clara: resulta inaceptable, casi desesperante, ver a alguien quejarse “a posteriori” de lo que no se supo o no se quiso defender oportunamente.
Pues bien, una prueba semejante estamos por enfrentar en México este año. El 2024 será un año decisivo para nuestro país, pues se llevarán al cabo las elecciones más grandes de nuestra historia; tanto por el número de cargos en disputa, como por el número de votantes. Casi 100 millones de mexicanos con derecho a votar.
Serán, además, unas elecciones complejas, no sólo por la gran polarización que se ha venido dando en nuestro país, sino también por el ambiente que vivimos de acoso reiterado al INE y al Poder Judicial Federal. Y como si lo anterior no fuera suficiente, sería ingenuo subestimar la muy probable injerencia del crimen organizado en las mismas.
Y a pesar de todo, lo realmente importante es lo que se juega en las elecciones del 2024. Ante el escenario de alta complejidad electoral descrito, los mexicanos habremos de decidir, en gran medida, el modelo económico y político de nuestro país para las próximas décadas.
El partido en el poder va por su ya famoso “Plan C”. Harán todo lo que esté a su alcance para buscar una mayoría calificada en las Cámaras del Congreso que les permita modificar la constitución de nuestro país sin restricciones. El Constituyente Permanente es el objetivo. Así de directo y de claro lo han manifestado.
Y por supuesto que toda fuerza política tiene derecho a aspirar a lo anterior. Pero de igual forma, la sociedad tiene derecho a decidir si quiere darle el poder absoluto a un solo partido, sea este de derecha o de izquierda, conservador o liberal. O por el contrario, prefiere establecer contrapesos institucionales, incluyendo un Congreso de la Unión con fuerzas equilibradas que obligue a los partidos a negociar cualquier reforma a la constitución que deseen realizar.
A nuestros políticos les cuesta trabajo discutir y negociar con hechos y datos. Les resulta mucho más fácil, simplemente imponerse. Por ello, como sociedad nos conviene establecerle límites al poder, mediante un régimen de contrapesos que obligue a los partidos a escucharse y a negociar en bien de la sociedad y no de sus propios intereses.
Por ello, es importante que en las elecciones del 2024 salgamos todos a votar. Sólo una participación copiosa de la sociedad en las urnas, nos dará los contrapesos que la diversidad de nuestro país requiere. No nos engañemos, los iluminados simple y sencillamente no existen. El poder absoluto siempre termina mal.
Es mucho lo que está en juego. De lo que hagamos hoy dependerá lo que suceda los años, quizá décadas, por venir. Es imperativo que todos, sin excepción, participemos.
¡Será inaceptable quejarnos después! #OpiniónCoparmex