Artículo escrito por Gustavo Almaráz Petrie, Presidente del Comité de Estrategia Pública de Coparmex
Twitter: @Gustavoalmarazp
México ha sido catalogado como un país con una “democracia imperfecta” que califica más bajo en las categorías relacionadas con la cultura política, el funcionamiento de gobierno y las libertades civiles, de acuerdo con el Índice de Democracia 2020 elaborado por The Economist Intelligence Unit.
En un clima profundo de polarización ante el inicio de las campañas electorales y diversos cambios al marco jurídico-institucional, hoy la democracia mexicana muestra señales de regresión. Este 6 de junio, el poder ciudadano será vital para determinar la persistencia o erosión de un régimen contrario a los principios democráticos, con todas las implicaciones que ello conlleva.
No sólo se eligen 21 mil 368 cargos públicos en las 32 Entidades Federativas, no sólo se renovará la Cámara de Diputados, se determinará la permanencia de instituciones que forman los cimientos del Estado de Derecho, de nuestros contrapesos institucionales y de la vida democrática nacional.
Recientemente se ha puesto en el centro del debate público la continuidad y legitimidad de las decisiones de los consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE); se han aprobado reformas que vulneran nuestra privacidad y presunción de inocencia, que pretenden extender cargos cuya designación está definida en el marco jurídico constitucional.
Hoy, todos esos balances están en riesgo. ¿Para qué votamos los ciudadanos?, ¿cómo mi voto influirá en las decisiones del país? y ¿cómo me afecta que se plantee la desaparición o se cuestionen las decisiones del órgano electoral? son temas comunes en todos los espacios.
El ciudadano, en la mayor parte del mundo, está desencantado de la democracia. Pocos incentivos hay para votar en un contexto de pandemia; además, persiste la idea de que la democracia es un régimen donde pocos toman decisiones y que no permite transitar hacia sociedades más justas.
Pero es necesario buscar referentes históricos. Entre 1978 y 2000, la participación ciudadana en América Latina fue mayor al 70%, y tuvo un efecto trascendental para que varios países transitaran de un régimen autoritario a uno democrático, un proceso acompañado de libertades civiles, nuevos mecanismos de participación ciudadana, además de un rediseño institucional. En ese proceso, nació el INE, máximo órgano electoral del país, lo que permitió, entre otras cosas, las transiciones del poder público pacíficas, en 2000, 2012 y 2018, con el triunfo de Morena.
La democracia es más que la suma de sus instituciones, es un sistema en el que los ciudadanos toman decisiones políticas libremente por mayoría, donde garantías individuales y derechos de minorías se conjugan. También requiere de una calidad mínima de funcionamiento del gobierno basado en el estado de derecho.
Una cultura política democrática es crucial; ciudadanos pasivos y apáticos, obedientes y dóciles no son compatibles con la democracia; de ahí la relevancia de salir a votar este 6 de junio y ejercer nuestro poder ciudadano.
Consulta la versión original en El Heraldo, Árbitro imparcial y el poder de la ciudadanía: Futuro democrático de México