Artículo de opinión de Luis Durán, Presidente de la Comisión de Educación de Coparmex
Twitter: @LuisEDuran2
Se ha hablado mucho de los beneficios de la digitalización para conectar a personas alrededor del mundo, reducir costos, facilitar el acceso a una infinidad de servicios y oportunidades. También se han abordado algunos de sus potenciales riesgos, principalmente en términos de exacerbar la brecha entre países desarrollados y emergentes, entre áreas urbanas y rurales, entre personas de altos y bajos recursos.
Al respecto, los datos de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2018, recientemente publicada, invitan a una reflexión profunda sobre cómo está avanzando el país en uno de los principales elementos habilitadores de la economía digital. Los resultados señalan que si bien ha habido un aumento de 1.9 por ciento en el número de usuarios de internet con respecto al año anterior (pasó de 63.9 a 65.8 por ciento), el crecimiento es lento y el porcentaje sigue siendo muy bajo en comparación con otros países con nivel de desarrollo similar como Chile (83.5 por ciento) o Turquía (71 por ciento). La encuesta indica también que no se registraron mejoras en cuanto al cierre de brecha entre regiones, pues en 2017 la brecha era de 32 puntos porcentuales entre áreas urbanas y rurales y en 2018 de 32.5. Estos datos evidencian la necesidad de acelerar el paso para extender la conectividad entre toda la población. Para que la economía digital sea un motor para la igualdad social, el Internet debe ser accesible y asequible para todos, llegar a las PYMES de todas las regiones, a las escuelas rurales, a los hogares y espacios públicos de comunidades aisladas.
Otro elemento necesario para aprovechar las oportunidades de la economía digital es la preparación para la digitalización. Es decir, contar con infraestructura adecuada es un requisito indispensable, pero no suficiente. El Índice de Preparación para la Conectividad del Foro Económico Mundial (NRI, Networked Readiness Index), que mide la capacidad de los países para aprovechar las tecnologías de información y comunicación (TIC) de modo que aumenten su competitividad y bienestar, distingue entre cuatro tipos de detonadores: el entorno general (entorno político y regulatorio, entorno empresarial e innovación), la preparación (infraestructura, accesibilidad y habilidades), el uso (individuos, empresas y gobierno) y el impacto (económico y social).
En la última edición del NRI, México obtuvo el lugar 76 de 139 países evaluados, y en el pilar en donde obtiene el ranking más bajo es en habilidades, el cual mide la capacidad de una sociedad para hacer un uso efectivo de las TIC. Estas habilidades se desarrollan fundamentalmente a través de la calidad del sistema educativo, el nivel de alfabetización de adultos y la tasa de matriculación en la educación secundaria. Ello claramente apunta a la urgencia en México de fortalecer los esfuerzos de inversión en infraestructura digital con programas educativos y de capacitación. Como señala Rob Curtin, Director Global de Educación de Microsoft Corporation, el desafío de la revolución digital es que los estudiantes necesitan acceso a habilidades más rápido de lo que las estamos produciendo. Los cambios acelerados en el ámbito tecnológico demandan que los sistemas educativos se adapten con más rapidez y eficacia al mundo de la digitalización. Por un lado, se debe promover el uso de la tecnología para fortalecer el proceso de enseñanza-aprendizaje, y por el otro se deben inclulcar las habilidades cognitivas, creativas y socioemocionales en los estudiantes para un uso efectivo de las nuevas tecnologías y responder a situaciones de constantes cambios. Una vez más, el principal desafío está en cerrar la brecha educativa entre regiones y estratos sociales, pues lo datos dan cuenta de una enorme disparidad en este rubro, ya que estados como Chiapas o Oaxaca presentan un rezago educativo de alrededor de 30 años.
En suma, para potenciar la economía digital en México se debe apostar por cerrar brechas de inequidad. El tamaño del desafío es titánico, por lo que no se lograrán avances sin la creación de un círculo virtuoso en el que se generen las condiciones y los incentivos adecuados para la participación de todos los sectores, gobierno, empresas, sociedad civil, ciudadanos. El valor de la digitalización como motor de movilidad social dependerá de nuestra capacidad de encontrar soluciones innovadoras y sostenibles para acercar la tecnología a todos los rincones del país.