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Compartir el poder

Autor: Valeriano Suárez Suárez

Ya bien entradas las campañas, más allá de las ideas y propuestas de los candidatos -en temas tan importantes como la brecha social y la pobreza, la educación, la seguridad, el combate a la corrupción y la impunidad, el desarrollo económico, la política exterior o el cuidado del medio ambiente- mi mayor inquietud estriba en el tipo de liderazgo pretendido por quienes aspiran al poder.

La complejidad de nuestras comunidades y los retos de nuestra convivencia social -con los niveles de marginación, delincuencia, peculado y tráfico de influencias, injusticia, falta de oportunidades y deterioro a nuestros ecosistemas- hacen imposible que una persona o un gobierno puedan, por si mismos, encontrar y conducir las soluciones a todos nuestros dilemas. Esto solo es viable a través del fortalecimiento de las instituciones del Estado (nuestras instituciones) y del empoderamiento de la sociedad civil organizada.

A pesar de que la primera República Federal de México se instauró en 1823, es paradójico y reprobable observar que, en muchos casos, la simulación se ha impuesto a la congruencia. Presidente y gobernadores se empeñan, hasta el cansancio, en controlar los tres Poderes de la Unión, cuando solo uno les concierne (Ejecutivo) y los otros dos (Legislativo y Judicial) deben ser autónomos e independientes. En ello se disipa una parte esencial para los contrapesos y equilibrios del poder. No puede haber y no existe (sobrepasaría la naturaleza humana) un líder capaz de asumir todo el control y resistirse a las tentaciones autócratas y el uso patrimonialista del poder. La historia ha demostrado que el denominador común de este tipo de liderazgos deriva en una mezcla de ambición, soberbia y egoísmo desmedidos que franquean cualquier marco de respeto, tolerancia y sentido común.

Además, la democracia del siglo XXI debe de ir mas allá del ejercicio libre, autosuficiente e imparcial de los tres Poderes de la Unión, debe encauzarse al empoderamiento de la sociedad. Impulsar la participación ciudadana (a través de las organizaciones de la sociedad civil). Solo a través del compromiso y determinación de los ciudadanos, aunado a la exigencia social, se puede lograr la voluntad política necesaria para deshacer los nudos que inmovilizan nuestro sistema de convivencia, atrapado por prácticas perversas que nos desvían del rumbo necesario para alcanzar el país de equidad, justicia y vanguardia que México esta obligado a ser.

Por todo esto -para definir nuestro voto el próximo primero de julio- la pregunta más importante que debemos de hacernos es: ¿Qué candidato evidencia mayor disposición para respetar los Poderes de la Unión, honrar los órganos autónomos del estado y empoderar a la sociedad?

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