Artículo escrito por: Oscar de Jesús Martínez Treviño, Presidente de Coparmex Nuevo León, vía Sin Embargo.
Decía el gran Octavio Paz que el “mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas. Todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y ceremonias pueblos y acontecimientos”.
Sin duda tenía razón. En este país nos gusta mucho celebrar. Celebramos tanto los eventos religiosos como a los héroes que nos dieron patria. Celebramos por igual nuestra independencia, que el gran triunfo en la batalla de aquél lejano 5 de mayo de 1862, como celebramos también a nuestra Revolución Mexicana. Festejamos a Juárez, a Madero y a Cárdenas, entre muchos otros más.
Somos, en definitiva, un pueblo fiestero. Quizá, como decía el propio Paz, nos gusta gritar en la fiesta para poder callar después.
Pero en esta ocasión quiero centrarme en la celebración que considero más importante y trascendental para nuestra vida en sociedad. Se trata de la celebración de nuestra Constitución mexicana, la cual, como cada año, festejamos incluso acompañando la fecha con asueto laboral.
El pasado 5 de febrero celebramos los mexicanos el 106 aniversario de la promulgación de nuestra Carta Magna, ley suprema y fundamental que nos permite a los habitantes de esta nación aspirar a vivir con certeza y orden.
Sus 136 artículos establecen las garantías individuales de los gobernados y los límites a las facultades de los gobernantes. Sin nuestra Constitución la vida en sociedad sería un caos y todos quienes vivimos en esta nación estaríamos sujetos a las decisiones arbitrarias y caprichosas de quienes nos gobiernan.
Por eso celebrar la Constitución es importante. Pero celebrarla de verdad. Más allá de las simples fiestas, asuetos o discursos políticos, lo que de verdad requerimos es celebrarla haciéndonos plenamente conscientes de la importancia y trascendencia que tiene honrar y respetar sus preceptos; es tomando plena conciencia de que como ciudadanos tenemos la responsabilidad de exigir que la misma sea observada siempre y sin excepción.
México tiene un enorme potencial de crecimiento. Somos vecinos del país con el mercado más grande del mundo, contamos con abundancia de recursos naturales y tenemos también una población rica en juventud, ingenio y talento. A lo anterior, hoy se añade una extraordinaria ventana de oportunidad que el “nearshoring” nos brinda.
Pero para aprovechar al máximo nuestro potencial de crecimiento requerimos fundamentalmente de una sola cosa: Que en México se respete a cabalidad el Estado de Derecho.
Requerimos creer firmemente que el respeto a las normas establecidas en nuestra Constitución no es negociable y que sus preceptos nos aplican a todos sin distinción alguna. Algo tan sencillo de decir como difícil de lograr. Sin embargo, no tengamos duda de que, si lo logramos, un futuro brillante de crecimiento y desarrollo nos espera.
Que nuestro Congreso de la Unión no apruebe leyes inconstitucionales y que las autoridades no violen con su actuar las normas de nuestra ley suprema debe ser la regla. Pero también que tengamos la tranquilidad y la confianza como ciudadanos de que, si desafortunadamente nuestros legisladores o autoridades faltan a esta obligación básica, el Poder Judicial de la Federación actuará con independencia, valentía y rectitud como garante constitucional y rectificará la violación a nuestra ley suprema.
Los ciudadanos de este país no podemos permanecer indiferentes. No podemos permitir que nada ni nadie esté por encima de nuestra Constitución. Observar estrictamente sus preceptos no es una alternativa sino un imperativo que a todos conviene. Sólo así podremos vivir en este gran país en paz, desarrollo y armonía. #Opinión Coparmex.