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Cooperación con brújula para la seguridad y la competitividad

Artículo de Opinión escrito por: Armando Zúñiga Salinas Vicepresidente de Comunicación de Coparmex Nacional Vía@Excelsior

X: @Armando_ZunigaS

En días recientes se generó ruido informativo en torno a la llamada “Operación Portero” de la DEA, dirigida a neutralizar a los operadores del flujo de drogas, especialmente del fentanilo, a lo largo de la frontera suroeste de los Estados Unidos.

La Presidencia de la República puntualizó que lo anterior no corresponde a ningún acuerdo binacional firmado y señaló que cualquier programa debe transitar por los canales formales, en el marco de la Constitución y el respeto territorial.

Más allá de la polémica, hay un dato de fondo muy relevante, el anuncio de que pronto se tendrá un acuerdo de seguridad entre ambos países, el cual se trabaja en coordinación con el Departamento de Estado y la Secretaría de Relaciones Exteriores.

Si se concreta, puede convertirse en pieza clave para atender con mayor profundidad el tema de la violencia e inseguridad en el país, al mismo tiempo que abriría un camino para mejorar el clima de negocios, reducir la incertidumbre en las políticas comerciales y dar certeza a la renegociación del T-MEC.

Hay señales positivas. El embajador de Estados Unidos, Ronald Johnson, reportó “10 logros en 90 días” de trabajo conjunto. Se trata de un inventario de acciones que abonan a la confianza mutua y a resultados medibles en temas como el combate al tráfico de drogas, armas de fuego y personas, al tiempo que se agiliza el tránsito legal de mercancías.

Este enfoque de metas y entregables es el lenguaje que entienden los mercados y refuerza una visión integral.

Señala el embajador que su interlocución con el sector privado y otros actores permite promover la prosperidad compartida, enfatizando que la seguridad genera prosperidad, y sin prosperidad, la seguridad se desvanece.

Si México consolida un marco de cooperación con métricas, se reducen riesgos operativos, disminuye el costo de asegurar cadenas logísticas y se libera el potencial del comercio en Norteamérica.

Hemos argumentado desde el sector empresarial que la integración norteamericana exige reglas claras, Estado de derecho y coordinación eficaz para que la ventana del T-MEC se traduzca en inversión, empleo formal y desarrollo regional. Hoy, esa tesis cobra más vigencia. Reconstruir la confianza empresarial requiere acciones concretas para devolver a México un entorno jurídico estable.

Al mismo tiempo, hay que afinar el cómo. Diversos analistas han planteado una hoja de ruta pragmática que México puede liderar sin ceder soberanía:

  • Objetivos binacionales claros y un nodo de inteligencia compartida que desarticule redes a ambos lados de la frontera;
  • Cooperación legal y anticorrupción que ataque las redes de protección, incluyendo actores políticos y estructuras de poder;
  • Persecución financiera: seguir el dinero, sancionar a quienes lavan y proteger a quienes cumplen;
  • Control de precursores y supervisión de puertos y aduanas;
  • Prevención de consumo y atención de adicciones como política de salud pública.

Esta arquitectura privilegia información confiable, objetivos comunes y resultados verificables, y evita la presencia operativa de agencias en territorio mexicano. Una diplomacia proactiva, enfocada mucho más allá del mero propósito de evitar sanciones.

La seguridad ciudadana y el control territorial deben ser parte de una política integral que proyecte estabilidad y confianza.

Desde el sector privado apostamos por una cooperación que reduzca la violencia y mejore la certidumbre. La coordinación bien diseñada no sustituye la tarea nacional, la fortalece.

Para que esta agenda funcione y se traduzca en crecimiento, podrían generarse indicadores específicos, compromisos ejecutivos y medibles relativos a seguridad logística en corredores de exportación (robos al autotransporte, extorsión y tiempos de despacho).

La colaboración técnica, si se gestiona con inteligencia institucional, puede convertirse en un activo diplomático que fortalezca la interlocución con Washington y blinde los intereses comerciales del país.

Si mantenemos esta brújula, 2025–2026 pueden ser años de resultados: menor riesgo, más inversión y mejores empleos.

Cooperar con rigor es estrategia de competitividad. Es también la mejor garantía de que la renovación del T-MEC nos encuentre con resultados tangibles. Es el modelo que suma, el que hemos impulsado desde Coparmex mediante la interlocución constante con actores empresariales y de gobierno en Estados Unidos, así como con otros países de importancia geopolítica y geoeconómica.

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