Artículo de opinión escrito por: Scarlet Monroy Mañón, Presidenta de la Comisión Nacional de Desarrollo Ecológico y Sustentable de Coparmex | Vía: Milenio.
Viene como cada año el Día Internacional de la Mujer y la reflexión sigue vigente, respecto del gran pendiente que tiene la sociedad para distinguir entre equidad, igualdad y paridad de género para tomar la parte de la agenda que nos corresponde.
La igualdad es el principio que se busca para tener acceso a nuevos espacios de poder, la equidad el camino a seguir tomando en cuenta las diferencias para ofrecer una sociedad más justa y la paridad es la legitimidad además de legalidad que garantiza ganar ese espacio. Buscamos un escenario virtuoso donde las tres se hagan realidad.
Como mujer, parte de la generación que vivió la transición de lo análogo a lo digital y del comercio interior al internacional, he vivido la realidad de un México que creció con la creencia de un país preconcebido, donde el cambio no era posible.
El “statu quo” era la realidad de todos los días y cuestionarlo parecía propio de utopías. Viví el desarrollo de un país que comenzaba a experimentar mayor libertad de expresión, donde los medios de comunicación comenzaban a fenecer en sus estilos clásicos desde los programas de entretenimiento hasta los noticieros.
Todo esto determinó en mi ser la inquietud de no conformarme con lo que ofrecía el sistema, entendí que tenía como mujer una voz que podía y debía hacer valer. Vivir como niña en los 90 para desarrollar un criterio adolescente en los años 2000, definitivamente puso en mi mente la necesidad de replantear el papel de las mujeres, un papel que no debería esperar a que me fuese asignado sino vivirlo con la capacidad de elegirlo.
En efecto contemplé el inicio de un cambio al punto de interesarme por la política, no quedarme al margen de la opinión y mejor aún, no quedarme al margen de la acción. Vi una puerta en pertenecer a un partido político como un paso obvio para participar, sin entender mucho del contexto de las decisiones que se tomaban; fue un camino que me mostró que existían muchos frentes más para aportar en la búsqueda de mejores condiciones para las mujeres, sobre todo en la vida empresarial y ahora en la vida de los organismos de representación gremial del sector privado.
Esa idea me hizo entender que somos un país multidiverso que ahora necesitaba de la mano del acceso a mayor tecnología, de gobiernos abiertos y transiciones pacíficas; donde una agenda para la mujer sea el estándar para todo lugar de trabajo y desarrollo. Entonces abrí mi mente a la representación y el acceso al poder de manera indirecta. Definitivamente me llevé dudas e ideas propias de cosas que podrían cambiar a partir de pedir lo que antes no se pedía, de exigir y ocupar espacios que parecían antagónicos para nuestras madres, abuelas y más generaciones de antepasados a nosotras.
Hace 10 años muchas no hubiéramos imaginado el impacto de las redes sociales, la accesibilidad e importancia de comunidades indígenas y migrantes por citar un par de ejemplos. Hoy es real. Eso me motiva a pensar en lo que viene en el futuro.
Entendí que al crecer debemos asumir la parte del mundo que nos pertenece, como una responsabilidad, no como una cuota de poder. Muchas ocasiones esperamos a una líder que nos guíe hacia el futuro, pasando por alto que nosotras mismas debemos ver ese futuro y asumir nuestra parte, solo así podemos formar parte de algo más grande que se consigue con la colectividad. Las voces de muchas dando voz a las que no tienen voz.
La transparencia, la objetividad y la rendición de cuentas que fue inculcada a la generación a la que pertenezco, en el esfuerzo por cambiar la realidad e incidir en un mejor futuro, hoy hace efecto. No son lecciones difíciles de inculcar en la generación presente, las llamadas millennials y centennials, sino la consecución de un estilo de vida donde lo normal es tener todos estos valores y hacerlos parte de nuestras acciones todos los días.
Cierro con un hecho que nos llevará a ese espacio que anhelamos, hoy vivir con un teléfono “inteligente” no es más que una herramienta que potencia la participación de las mujeres, que nos da voz, visibilidad y acceso a información que antes era imposible. Es la parte que asumo, deseo y espero me toque, para hacer realidad un mejor país.
No quedarme callada, decidir y hacer valer esas decisiones no como concesiones sino como espacios legítimos que hemos ganado.
Leer la historia así como las palabras de éxito y pesar de otra mujer, ayuda a las demás mujeres a vivir todas las vidas que no vivirán. Eso es lo que hace especiales a las mujeres, empatizan ese sentir en otra persona como si fuese propio.
Por eso somos fuertes, porque entendemos la pena y alegría de otras; no solo decidimos por nosotras solas, decidimos por todas y todos los que dependen de que tomemos la parte de país y espacio que nos toca. #OpiniónCoparmex.