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El Camino de Santiago y la vida del empresario.

Artículo de opinión escrito por: Ximena Céspedes | Vicepresidenta Nacional de Desarrollo Democrático y Cabildeo de COPARMEX | Vía:@Forbes_Mexico.

X: @XimenaCespedesA

Muchos dicen que emprender es una aventura. Yo llevo dos empresas y una fundación; no sé si es mucho o poco, pero por lo menos es un inicio. También hice el Camino de Santiago, esperando que el trayecto de la peregrinación me explicara o me aclarara varias de las cosas que me ha tocado vivir en los últimos años.

Mucha gente dice que cambia vidas, que da propósitos, que uno llega diferente; y, más allá de algo que es meramente personal, lo que sí puedo decir es que el camino, en sí, es una aventura, y que esa aventura es muy parecida a emprender.

1. Es una decisión valiente

Nadie realmente sabe a lo que va hasta que le toca vivirlo. Es más fe que certeza, porque nunca sabes a ciencia cierta cómo será el trayecto, el clima, los hoteles, la comida o el dolor. Tampoco —y esto aplica para la mayor parte de los mortales— si aguantarás un aproximado de 25 kilómetros diarios.

El peregrino no empieza el Camino porque sepa a dónde va; lo mueve la ilusión, pero también las dudas, el miedo y una mochila cargada de cosas que cree que le harán falta.

El empresario es igual: inicia su proyecto con más ilusión que idea, con recursos limitados y con una visión que lo impulsa a ponerse en marcha.

El reto es atreverse a comenzar.

2. Se requiere esfuerzo y, sobre todo, constancia

Un amigo siempre me reclama que voy por la vida sin saber bien a dónde voy, y el Camino es algo así. Hay días muy duros, en los que te duele todo, el cansancio te vence y te salen ampollas. Pero también hay momentos maravillosos: ves paisajes impresionantes, bosques mágicos, iglesias de cuentos de hadas y ángeles en el camino.

La vida empresarial es igual. Tienes que enfrentar desafíos en ventas, finanzas u operaciones; pierdes y ganas clientes en el camino, organizas y reorganizas muchas veces, y te das cuenta de que cuando la motivación se acaba, la disciplina y el hábito te salvan.

El éxito no es un salto, es la suma de pasos pequeños.

3. Los compañeros de viaje

Hayas ido solo o acompañado, en el trayecto encuentras personas maravillosas: desde quienes te saludan y solo te dicen “buen camino”, hasta las que te cuentan sus historias, se sientan contigo a tomar un café, te dan aliento o celebran algo y te invitan a unirte. En realidad, en el camino nunca estás solo.

En la empresa ocurre lo mismo: equipos, socios, colaboradores y mentores hacen que la carga sea más ligera y el trayecto más enriquecedor. Y te das cuenta de que, en muchos casos, uno de ellos se convierte en tu ángel.

Si quieres llegar rápido, llega solo; pero si quieres llegar lejos, llega acompañado.

4. Las señales y la adaptación

Aunque el camino está lleno de marcas con flechas amarillas, datos que indican los kilómetros e intersecciones señaladas, nos desviamos algunas veces, nos perdimos otras tantas y nos tocó volvernos medio expertos en usar los bastones, sacar las chamarras o incluso ponernos los guantes.

Al empresario le ocurre lo mismo: debe ser capaz de ver el camino, seguir las señales, revisar los indicadores y establecer una ruta, pero también adaptarse a los cambios del clima, del entorno, de la elevación, de la tecnología y hasta de los imprevistos.

Saber adaptarse es la clave para seguir avanzando.

5. El sentido profundo

Como me dijo el guía el primer día: “mira para arriba”.

Yo estaba muy preocupada por el camino mismo, por no caer, no perderme y seguir las flechas, y me estaba perdiendo de lo más importante: ese entorno maravilloso, lleno de colores, aromas y sonidos. Lo más importante no era lo que estaba bajo mis pies, sino lo que estaba alrededor.

El camino del empresario es el mismo. Más allá de los números, el propósito y la causa que construyes alrededor de la empresa, así como el impacto que generas, es lo que realmente vale la pena.

El viaje importa más que la meta.

6. La llegada

Durante todo el camino te das cuenta de que las subidas son difíciles, pero las bajadas lo son más, porque tienes que volver a subir; y que, cuando llegas a Santiago de Compostela, la meta no era llegar, sino el camino mismo.

El camino del empresario es igual: nunca termina. Vas subiendo y bajando en diferentes niveles, y aunque hay varios “Santiagos de Compostela”, lo importante no es la catedral, sino el trayecto, el siguiente desafío.

El camino nunca se termina, solo se transforma.

Emprender y peregrinar tienen en común la valentía de avanzar con fe en una visión, la capacidad de sobreponerse a las dificultades y la humildad de reconocer que el viaje vale más que la llegada.

El empresario, como el peregrino, descubre que lo que de verdad importa no es solo llegar, sino cómo se camina. #OpiniónCoparmex

Como dice Serrat: “Caminante, no hay camino; se hace camino al andar.”

Buen camino.

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