Artículo escrito por Luis Durán, Director General de Strategy Primus y Presidente del Comité de Difusión de la COPARMEX
Twitter: @LuisEDuran2
Horace Mann, el padre de la educación pública en Estados Unidos, solía decir que la educación era el “gran ecualizador” en promover el desarrollo y el equilibrio social de los países. Argumentaba que en lugar de ser un beneficio reservado para las élites privilegiadas, la educación debería servir como una fuerza para la cohesión social y estar disponible para todos las personas de cualquier país que aspire a dar oportunidades equitativas a todos sus ciudadanos.
Hoy en día, después de más de un año de pandemia, es momento de preguntarnos si la era digital se encuentra en una encrucijada similar, con el acceso a la tecnología convirtiéndose en nuestro principal arquitecto del avance en la sociedad. Se ha hablado mucho en las ultimas décadas como la tecnología tiene el potencial de ser un “gran ecualizador” en el mundo. Sin embargo, la evidencia muestra que la brecha se está ampliando. Según un informe de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, en el mundo desarrollado la tasa de penetración de Internet es del 87%, pero sólo del 47% en los países en desarrollo y del 19% en los países menos adelantados.
Muchas comunidades rurales y de bajos ingresos de todo el mundo, incluidas las de las grandes zonas urbanas, carecen de acceso a Internet confiable. A estas personas se les negará aún más el acceso a los beneficios de la tecnología a medida que surjan más dispositivos y sistemas que dependen de la conectividad a Internet.
La buena noticia es que estamos a tiempo de hacer ajustes para que esta tendencia no se convierta en un espiral descendente sin remedio. La pandemia demostró lo que se puede hacer en conectividad cuando la necesidad es extrema. En 2020, el mundo adoptó la transformación digital a un ritmo acelerado, reinventando el papel fundamental de la tecnología en la forma en que trabajamos, aprendemos y vivimos. Al mismo tiempo, la pandemia de COVID-19 iluminó el problema fundamental cuando miles de millones de personas siguen sin tener lo que cada vez es uno de los derechos humanos más importantes: el acceso efectivo a Internet. Para ello, una infraestructura de acceso a internet de 5G abierta y moderna, construida conjuntamente por las industrias de telecomunicaciones y el gobierno puede ayudar a cerrar esta brecha digital.
El problema está claro y las soluciones están a nuestro alcance. Debemos trabajar juntos para asegurarnos de que la era digital cumpla su promesa. El tiempo para un cambio transformador es ahora. En nuestro país es indispensable desarrollar un plan para cerrar esta brecha con sentido de urgencia. Al invertir en tecnologías emergentes como la tecnología de comunicaciones inalámbricas 5G, el gobierno y el sector privado pueden unirse para abordar las desigualdades en nuestras comunidades y crear un cambio significativo y permanente para garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a la tecnología que necesitan para el trabajo y para la educación.
Consulta la versión original en El Universal, El gran ecualizador