
Artículo de Opinión escrito por: Armando Zúñiga Salinas | Vicepresidente de Comunicación de Coparmex Nacional | Vía: @Excelsior
El crecimiento del empleo formal en México se desacelera drásticamente, reflejo de una economía debilitada estructuralmente. Armando Zúñiga, vicepresidente de COPARMEX, advierte sobre los riesgos de no actuar con visión estratégica para reactivar el motor productivo del país.
En el transcurso de los últimos 12 meses se generaron en el país tan solo de 6 mil nuevos puestos de trabajo registrados ante el IMSS. Un año antes la cifra había sido de 432 mil. La diferencia es reveladora de la compleja situación que vivimos.
Al observar el fenómeno de cerca, la realidad es aún más preocupante: en el segmento de empresas de entre 1 y 50 trabajadores se perdieron más de 54 mil empleos. Además, más de 30 mil pequeños empleadores, incluidos profesionistas independientes, se dieron de baja en el instituto.
Estos datos confirman lo que venimos señalando desde hace meses, la economía mexicana atraviesa una fase de debilidad estructural. Lo muestran los indicadores de crecimiento, inversión, consumo, confianza empresarial, finanzas públicas, deuda y energía. Pero lo más grave es que esta fragilidad ya impacta directamente el tejido productivo del país, al sector laboral y empresarial, que hasta hace poco se mantenía como el pilar de la economía nacional.
Al tomar como referencia un periodo de 10 años se observa con mayor claridad el esfuerzo sostenido de las empresas y sus trabajadores en condiciones cada vez más complejas. Han asumido los mayores costos derivados de cambios legales y regulatorios, incremento en las contribuciones para pensiones, ampliación de vacaciones, regulación del outsourcing, entre otros.
Y todo esto se ha logrado sin frenar el avance en materia salarial. Entre 2015 y 2025, el salario medio de cotización al IMSS creció 105 %, frente a una inflación acumulada de 61 %. Esta mejora real en el ingreso de las familias fortaleció su capacidad de consumo, uno de los principales amortiguadores frente al deterioro del entorno económico.
Sin embargo, ese impulso no puede sostenerse indefinidamente si no se generan condiciones adecuadas para la inversión, la formalidad y el crecimiento. Hoy, el país enfrenta una decisión crítica: reactivar la economía con visión estratégica o asumir el riesgo de una contracción más profunda y prolongada.
¿Qué hacer frente a este escenario? Las respuestas deben ser realistas, enfocadas en fortalecer el entorno productivo y recuperar la confianza.
Primero, es urgente eliminar las barreras regulatorias que inhiben el crecimiento. Las empresas necesitan reglas claras, trámites ágiles y un entorno jurídico confiable. La certidumbre es una condición básica para que el capital se quede y se multiplique. Hay que colocar a las pequeñas empresas en el corazón de la política económica, con mecanismos efectivos para impulsar su desarrollo.
Segundo, se requiere una política fiscal que no castigue la inversión productiva. La consolidación de las finanzas públicas debe ir acompañada de incentivos claros y sostenibles para las empresas que generan empleo formal, especialmente las micro y pequeñas, que hoy enfrentan márgenes reducidos y costos crecientes.
Tercero, hay que fortalecer el Estado de Derecho. La reciente reforma judicial ha generado inquietudes legítimas sobre la independencia y profesionalismo del sistema. Si no se garantiza un marco institucional sólido, la confianza se erosiona y la inversión se retrae. Mientras más tardemos en hacer las correcciones, mayores serán los costos económicos, las presiones sociales y la inestabilidad política.
Cuarto, es momento de impulsar la inversión productiva en sectores estratégicos: manufactura avanzada, energía, tecnología, servicios especializados e inteligencia artificial. México tiene ventajas competitivas reales, pero necesita detonar encadenamientos locales, infraestructura moderna, una política energética clara y condiciones de seguridad que las hagan viables.
Quinto, es necesario articular una estrategia de integración regional inteligente. La relación con Norteamérica debe profundizarse con actores clave, congresistas, gobernadores, distritos industriales. La diplomacia empresarial debe ser activa, propositiva y estratégica. Además, se requiere un marco migratorio ordenado que conecte nuestras capacidades laborales con las demandas de las cadenas de valor del futuro.
Sexto, la seguridad debe convertirse en una prioridad con resultados concretos en el corto plazo. México no puede aspirar a ser un socio estratégico mientras existan zonas dominadas por la delincuencia organizada, se perciba tolerancia frente al crimen y subordinación a intereses políticos. Recuperar la seguridad, especialmente en corredores logísticos y regiones clave para la inversión, es una exigencia de nuestros aliados y una necesidad para nuestra economía.
Séptimo, reconstruir la confianza es una tarea urgente. Porque de ella depende que los empresarios sigan arriesgando, contratando, pagando impuestos, innovando y apostando por México desde la economía formal.
Hay que construir un nuevo ciclo de crecimiento, competitividad e integración. La economía formal es el motor del desarrollo de largo plazo. Y hoy, ese motor necesita combustible: inversión, certidumbre y colaboración estratégica.
Desde COPARMEX estamos impulsando una estrategia centrada en el fortalecimiento de la economía formal. Promovemos la recuperación salarial con responsabilidad, defendemos el diálogo tripartito y elevamos nuestra presencia pública con propuestas realistas. Al mismo tiempo, consolidamos nuestra acción internacional con aliados clave, convencidos de que México debe proyectarse como un socio confiable, competitivo y comprometido con el desarrollo.