Artículo de opinión escrito por Rosa Marta Abascal Olascoaga, Vicepresidenta Nacional de Comunicación | Vía Reforma
Twitter: @rmabascal
Dramaturgo exitoso, disidente convencido, crítico del comunismo y el estalinismo a través del teatro subterráneo en su natal Checoslovaquia inspirador y cabeza de la revolución de terciopelo que llevó a su país a liberarse de las garras de una ideología que estaba destruyéndolo. Ese era Vaclac Havel.
18 días duraron las manifestaciones pacíficas y las huelgas conocidas como la Revolución de Terciopelo. Esto bastó para que el gobierno comunista cayera. ¿El gran protagonista? Los “sin poder”, esa clase media visionaria, pensante que no vive en la abundancia y por lo tanto cuida lo que tiene para proteger a los suyos.
En México, 8 de cada 10 personas nos auto percibimos como clase media según una encuesta aplicada por Parametría en la salida de las casillas de las elecciones del 2021. 3 de cada 4 votantes nos consideramos clase media. 4.7% se considera clase media alta y 1.1% alta. El 20.3% de los votantes se considera clase baja.
Y es que hoy, tener cierto nivel de bienes en el hogar (teléfono inteligente, televisión por cable, internet) o poder realizar actividades como ir al cine, a la plaza, comer en un restaurante, favorece la percepción de ser clase media.
Pero ¿cuál es el peso real de la clase media? ¿cómo movilizarla para lograr cambios serios en temas de democracia y política pública?
En México, las clases medias están consolidándose a pesar de que la pobreza real ha crecido. El pausado pero constante crecimiento de la economía formal, el acceso a oportunidades de educación y trabajo estable, salud, servicios públicos, la ha ido fortaleciendo.
Fue la clase media quien dio el gane al actual Presidente, su voto en masa por él, le llevó a tener el 53% de los votos emitidos. ¿La causa? El descrédito de los demás partidos. Encontraban esperanza de cambio en un discurso que aseguraba terminar con la corrupción.
Y es que las clases medias, por esencia, tienen un proyecto que va más allá de la supervivencia diaria, aspiran a tener un mejor estatus, un mejor nivel para ellos y para sus hijos. Todo aquello que ponga en riesgo ese futuro (políticas públicas, inseguridad, corrupción, destrucción institucional etc.), son activadores para la acción.
Pero hay un sector importante de estas clases medias que tienen miedo de actuar, de manifestarse, se sienten frágiles, tienen miedo a represalias y prefieren mantenerse al margen para evitar perder lo que tienen. Sin embargo, como Vaclac Havel les mostró a los checoslovacos a través de su teatro subterráneo, el inmovilismo nos puede llevar a perder aún lo poco que tenemos y pretendíamos proteger.
Hoy las clases medias no se sienten representadas por ningún partido político, todos han fallado. Esta es la razón, por la que la marcha ciudadana del 13 de noviembre no salió a defender a un partido, defendía a la institución que nos puede garantizar que llegue al poder quien el ciudadano decida que llegue.
En México todos los que pertenecemos a la clase media, 80% de los votantes, tenemos la misión de construir juntos un modelo de país que nos lleve a un desarrollo inclusivo, donde todos quepamos, para que juntos también, podamos elegir en el futuro próximo, a gobernantes que nos representen y que construyan ese México con nosotros.
En Coparmex estamos proponiendo un escenario alternativo al que hoy vivimos, alejándonos de la concentración de poder, huyendo de la centralización para tener una economía de mercado que nos incluya a todos y evitando la inequidad para construir un México donde quepamos todos.
Ese es el poder de los sin poder: las clases medias. Tenemos el poder de ver a futuro, de construir juntos, de proteger a nuestras familias y definir qué sigue para este país que tanto nos ha dado. Necesitamos despertar, ya dimos visos de ese despertar, pero falta aún un largo trecho por recorrer.