Artículo de Opinión escrito por Rosa Marta Abascal Vicepresidenta Nacional de Desarrollo Democrático, Cabildeo y Vertebración de la Coparmex| Vía: Excelsior
X: @rmabascal
En las últimas tres décadas, hemos sido testigos de cambios trascendentales en la estructura social y laboral de nuestro país.
Estos cambios, como la incorporación masiva de la mujer al mercado de trabajo, el aumento en la tasa de divorcios, el incremento de familias con padres solteros, la reducción en la tasa de natalidad y el auge de enfermedades como el estrés y la depresión, han transformado el panorama de la vida familiar. No obstante, persiste una realidad cultural y organizacional que se resiste a adaptarse para proponer vías de solución.
La premisa de que hombres y mujeres compartan de igual forma las responsabilidades del hogar y el cuidado de los hijos aún no se ha convertido en una práctica común ni en la sociedad ni en el ámbito laboral. En la mayoría de las empresas, el trabajo sigue organizado bajo esquemas que no consideran estas transformaciones, lo que perpetúa un modelo diseñado históricamente para un colaborador masculino que no sólo no apoya en las labores domésticas, sino que las delega. Este modelo resulta incompatible con las necesidades actuales de cuidado, no sólo para los niños, sino también para los adultos mayores y enfermos..
El pilar social, base de la cohesión social, la familia, ha sido el stakeholder más ignorado en muchas organizaciones. En este sentido, debemos reflexionar en torno a dos premisas:
1. La familia no es solo un asunto de “mujeres”: la responsabilidad familiar es compartida por hombres y mujeres. Formar, alimentar y sostener una familia no sólo beneficia a cada persona y a la sociedad en su conjunto, sino que también fortalece a la empresa y a la economía del país. La estabilidad familiar fomenta individuos más estables, comprometidos y productivos.
2. La familia es la base y núcleo de la vertebración social: la familia promueve un ambiente propicio para el desarrollo personal, el bienestar emocional y la educación en valores. Es, además, la fuente de capital social, cohesión y solidaridad intergeneracional. Cada familia contribuye al tejido económico al producir y consumir bienes y servicios, amortigua problemas sociales y, en su conjunto, permite la estabilidad y crecimiento del país.
Las empresas debemos reconocer que los colaboradores tienen una vida más allá del trabajo. Apostar por la familia no es un gasto; es una inversión en el bienestar emocional y en la productividad. La estabilidad familiar influye directamente en la estabilidad personal de los empleados, lo que se refleja en su desempeño y compromiso laboral. En nuestro país, es evidente la falta de una perspectiva familiar en el diseño de políticas públicas. La relación entre trabajo y familia debe construirse en función de una visión integral de la persona y de la familia. Las empresas deben concebir a sus colaboradores como individuos completos y reconocer a la familia de sus empleados como un stakeholder clave. De forma miope, muchas políticas públicas se enfocan en apoyar a la madre trabajadora, dejando de lado que ambos son responsables de sus familias y, a la vez, de sus trabajos. Por ello, proponemos tres soluciones:
1. Cambio de paradigma: necesitamos una transformación cultural que reconozca a hombres y mujeres como aliados en el cuidado y bienestar de sus familias.
2. Crear un organismo transversal: es necesario un organismo de primer nivel, una secretaría de Estado, que asegure que las políticas públicas favorezcan a la familia como célula fundamental de la sociedad.
3. Vinculación multisectorial para un sistema nacional de cuidados: una verdadera cultura empresarial familiarmente responsable debe involucrar al gobierno, sindicatos, sociedad civil y empresas en la creación de políticas flexibles, capaces de conciliar las necesidades laborales y familiares.
Es fundamental que las empresas apoyemos tanto el desarrollo personal como profesional de los colaboradores, integrando políticas que permitan una vida equilibrada. Un colaborador no vive sólo para trabajar, es una persona con diferentes roles e intereses. Una empresa familiarmente responsable no es un lujo, sino una necesidad. En un contexto en el que hombres y mujeres participan en el ámbito laboral y requieren reducir el estrés, se necesita construir espacios laborales que les permitan ser mejores profesionistas, esposos, padres y ciudadanos.