Artículo escrito por Gerardo Trejo Veytia, Secretario General de Coparmex vía El Universal
Twitter: @gerardo_trejo_v
El neoliberalismo es una teoría política y económica que tiende a reducir la intervención del gobierno. Es una forma de liberalismo que apoya la libertad económica, las privatizaciones y por lo tanto, mayor participación de la iniciativa privada en la actividad económica. Algunos de sus pilares incluyen el libre comercio y la desregulación. El neoliberalismo es sinónimo de libre mercado, sin trabas burocráticas ni privilegios sectoriales.
Después de agotado el modelo de sustitución de importaciones, que posibilitó la etapa conocida como el desarrollo estabilizador y del desastre económico que ocasionaron las políticas populistas y estatistas de los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo, México empezó a implementar una política de liberalización económica y apertura al mundo, con la entrada al GATT y posteriormente con el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN).
Esto implicó un cambio importante en el modelo económico y de desarrollo de nuestro país, pues pasamos de una economía poco competitiva y cerrada al mundo, a una de las economías más abiertas, logrando más competencia en casi todos los mercados, mayor productividad y una reconversión importante en nuestra planta productiva; sin embargo, el modelo quedó inconcluso, con algunos oligopolios y barreras de entrada para nuevos jugadores. La apertura económica trajo también inevitablemente la apertura y competencia democrática, terminando con la hegemonía de 70 años de partido único.
Tal vez no lo vivieron o no lo recuerdan, pero en México hace algunas décadas, contratar una línea telefónica nueva era casi imposible, pues existía un monopolio gubernamental tremendamente burocrático e ineficiente, el gobierno era dueño de un sinfín de empresas de todo tipo (1155 empresas estatales en los 80’s), desde siderúrgicas, clubes deportivos, y teatros, hasta en algún tiempo la banca nacionalizada. Muchos precios estaban controlados y prácticamente no llegaba inversión privada a estos sectores; se llegó al absurdo de controlar el precio de los cines.
Este modelo colapsó, porque en general el gobierno es mal empresario, ineficiente, burocrático y normalmente en donde participa, inhibe la competencia, convirtiéndose en monopolio. Un buen ejemplo es la contrarreforma eléctrica que está actualmente intentando sacar adelante. El gobierno no debe ser juez y parte, arbitro y jugador, lo que tiene que hacer es asegurar piso parejo y certidumbre jurídica.
Urge promover mayor inversión privada en todos los mercados; la competencia es lo único que nos asegurará buenos productos y servicios a costos competitivos. Los monopolios y oligopolios públicos o privados siempre serán perjudiciales, principalmente para los más pobres. La apuesta debe ser: competencia, innovación y facilitar el emprendimiento. Debemos consolidar un nuevo modelo de economía de mercado con desarrollo inclusivo.