
Artículo de Opinión escrito por: Armando Zúñiga Salinas | Vicepresidente de Comunicación de Coparmex Nacional | Vía: @laprensaoem.
X: @Armando_ZunigaS.
En México solemos hablar de las empresas únicamente desde su papel económico: generadoras de empleos, pagadoras de impuestos y productoras de bienes y servicios. Pero lo cierto es que, en pleno 2025, la discusión va mucho más allá. Hoy las compañías son también agentes sociales estratégicos, capaces de impulsar cambios profundos en comunidades enteras. Ese fue, justamente, el eje central del Foro de Impacto Social organizado por la COPARMEX el pasado 26 de agosto.
Con el lema “Formar para transformar: el camino de la responsabilidad social”, la Confederación convocó a líderes empresariales, académicos y representantes de la sociedad para reflexionar sobre una premisa contundente: la responsabilidad social empresarial ya no es opcional. Es una ruta inevitable que combina competitividad con compromiso social, productividad con propósito.
Rosa Marta Abascal Olascoaga, vicepresidenta de Responsabilidad Social de COPARMEX, lo resumió con claridad: “No podemos concebir la responsabilidad social empresarial solamente desde las acciones de transformación si antes no hubo un diagnóstico adecuado y acciones de formación en todos los niveles”. Es decir, no basta con buenas intenciones; se trata de escuchar, entender y actuar con base en realidades específicas.
Los paneles del foro ofrecieron ejemplos concretos. En el primer panel, tuve la oportunidad de exponer el caso #FamiliaIPS, con Karina Mendoza, diálogo en el que abordamos nuestra historia y cultura, siempre centrada en la gente.
En el panel “Entender para impactar”, se habló de la importancia de un diagnóstico profundo antes de lanzar programas sociales. David Romero Morfín, Analy Mena Pérez y José Antonio Lozano recordaron que toda acción empresarial debe partir de conocer las necesidades reales de colaboradores, proveedores y comunidades. Solo así se logra un impacto sostenible, sobre todo en un entorno donde la inteligencia artificial y las nuevas dinámicas globales están cambiando las reglas del juego.
El segundo panel, “Construyendo capacidades”, puso sobre la mesa algo fundamental: la formación integral. Luis Corral Pérez, Alejandra Mondragón Orozco y monseñor Ángel Luis Lorente coincidieron en que los valores y virtudes son tan importantes como las competencias técnicas. La capacitación no solo se mide en productividad, también en la dignidad y desarrollo humano que genera.
El tercer bloque, “Del compromiso a la acción”, mostró casos de éxito de empresas que están marcando diferencia. Erick Olvera, Jesús Sandoval y Luis Gerardo Pérez compartieron cómo la responsabilidad social es más efectiva cuando los colaboradores se sienten parte de un propósito común. El compromiso empresarial, cuando se traduce en acciones colectivas, genera círculos virtuosos de solidaridad.
El cierre, bajo el título “Ideas para mover el mañana”, reunió a voces clave como Juan José Sierra, Ninfa Salinas y José Medina Mora. Todos coincidieron en un punto crucial: la fuerza de las MiPyMES. En México existen 5.5 millones de pequeñas y medianas empresas, responsables del 70% del empleo nacional. Sin embargo, 3.6 millones permanecen en la informalidad, lo que significa que millones de trabajadores carecen de seguridad social, salud y vivienda digna.
Como bien dijo Juan José Sierra, presidente nacional de COPARMEX: “La MiPyME es el motor económico del país, pero debemos atender su rezago social. Sin formalidad, no hay prestaciones ni bienestar real”. Y es que el empleo formal, más que cualquier programa gubernamental, es el verdadero motor de movilidad social.