
Artículo de Opinión escrito por Juan José Sierra Álvarez, Presidente Nacional de COPARMEX | Vía: @Excelsior
En México, la vida cotidiana se ha ido llenando de señales que no podemos ignorar. Historias de miedo que se repiten en mercados, rutas de transporte, corredores industriales y comunidades enteras. La extorsión —esa práctica que asfixia a quien produce, a quien trabaja y a quien emprende— dejó de ser un delito aislado para convertirse en un mecanismo de control que amenaza nuestro presente y nuestro porvenir.
Lo más grave es que su expansión es la evidencia más dura de la falla institucional. Sin presencia del Estado, sin justicia y sin protección, no hay libertad económica ni convivencia posible. Cuando el Estado pierde territorio, otros actores llenan ese vacío y deciden quién opera, quién invierte, quién abre sus puertas y quién se ve obligado a cerrarlas. La extorsión no sólo frena a las Empresas; erosiona a las familias, destruye empleos, empobrece regiones y altera la vida comunitaria.
Los datos confirman lo que vemos todos los días. En lo que va del año, México registra 8 mil 585 víctimas de extorsión, un aumento de 5.2%. Y el fenómeno golpea con fuerza particular a la frontera norte: 11.8% de las víctimas están en los 43 municipios fronterizos, donde el delito creció 15.2% respecto al año pasado. Es una realidad que no admite matices.
Desde la Coparmex lo hemos visto de cerca. En nuestros centros empresariales, desde Tijuana hasta Mérida, escuchamos testimonios que reflejan un país agotado de vivir con incertidumbre. No hablamos sólo de economías; hablamos de vidas, de sueños, de oportunidades que se diluyen ante la ausencia de protección.
La violencia que crece no distingue giros ni tamaños. Golpea especialmente a las mipymes, que son la base del crecimiento y la espina dorsal del empleo formal. La extorsión es el delito que tiene de rodillas a miles de empresarios en el país. Es, además, el delito que mata a las mipymes: destruye proyectos que tardaron años en construirse y hace que familias, jóvenes emprendedores y madres solteras pierdan su patrimonio de un día para otro.
Si la extorsión se normaliza, México renuncia a su capacidad de atraer inversión, generar productividad y construir bienestar. Ningún país puede progresar cuando la economía local vive bajo amenaza.
La solución no puede seguir postergándose. Necesitamos que el Estado —en todos sus niveles— recupere su deber esencial: garantizar seguridad y justicia. Requerimos instituciones profesionales, fiscalías capaces de investigar, policías presentes y confiables, y una estrategia nacional contra la extorsión que se ejecute con rigor, continuidad y visión de Estado. No se trata de discursos; se trata de proteger la vida productiva del país.
El Senado tiene en sus manos una pieza fundamental: la Ley General para Prevenir, Investigar y Sancionar la Extorsión. Su aprobación no puede esperar. Esta legislación permitirá cerrar vacíos, homologar criterios y dar herramientas reales para enfrentar un delito que ya impacta la estabilidad económica de millones de personas.
Desde la Coparmex estamos haciendo nuestra parte. Estamos construyendo diagnósticos territoriales, fortaleciendo mecanismos de denuncia segura, apoyando a víctimas y articulando redes con universidades, observatorios ciudadanos y sectores productivos. Promovemos pactos locales por la paz y protocolos para empresas, porque sabemos que la respuesta debe ser multisectorial, basada en evidencia y centrada en reconstruir confianza.
México puede ser distinto. Puede ser un país donde la seguridad permita que las empresas crezcan, que los trabajadores y que las familias vivan en libertad. Pero para lograrlo se requiere compromiso y corresponsabilidad. No podemos aceptar que la extorsión defina nuestro futuro. No podemos normalizar el miedo.
Éste es el momento de corregir el rumbo. De exigir un Estado que actúe con firmeza y una sociedad que acompañe con determinación. Se lo debemos a quienes emprenden, a quienes trabajan, a quienes invierten y a quienes sueñan. Se lo debemos al país que somos y al México mejor que todos merecemos.



