Artículo de Opinión escrito por José Mario Sánchez Soledad Consejero Delegado de Migración de COPARMEX| Vía: El Financiero
Mientras que en las ciudades se promueven dietas y prácticas más sostenibles en un contexto globalizado, las comunidades indígenas buscan preservar sus tradiciones, en las que el uso de animales para alimentación y otros fines responde a una lógica de respeto y equilibrio natural.
Existe un choque entre los usos y costumbres de los indígenas mexicanos y la cultura “light” urbana en el usufructo de animales. Está por darse, debido a la politización en las ciudades y a la imposición ideológica, un conflicto entre los usos y costumbres de las comunidades indígenas mexicanas, así como en el sector popular, respecto al uso de animales y su matanza para satisfacer necesidades humanas. Este conflicto es generado por los intentos urbanos de normar el bienestar animal únicamente desde su propia perspectiva, y se manifiesta en varios niveles:
Perspectiva sobre el uso de animales:
Las comunidades indígenas suelen tener una visión holística e integral del uso de los animales. Para ellas, los animales no solo son recursos, sino también seres que forman parte de un ecosistema equilibrado. Su sacrificio es, en muchos casos, parte de un ritual o proceso de agradecimiento, en el que se reconoce y respeta el papel del animal en la cadena de vida. Por otro lado, en la cultura urbana, particularmente entre quienes adoptan prácticas “light” o “eco-friendly”, hay una tendencia hacia el vegetarianismo o veganismo, así como una crítica a la matanza de animales. Este grupo percibe la matanza como algo innecesario o cruel, lo que choca con la visión tradicional de las comunidades rurales e indígenas, donde el sacrificio de animales es parte de una cultura milenaria y de subsistencia.
Influencia de valores globalizados:
La cultura urbana influenciada por corrientes globales de bienestar animal, sustentabilidad y ética alimentaria frecuentemente condena el uso de animales para el consumo. Esto puede crear tensiones, ya que las prácticas indígenas están profundamente arraigadas en la historia y son vistas como formas legítimas y sostenibles de subsistencia. Para las comunidades indígenas, sus prácticas están vinculadas a su identidad cultural y no siguen una agenda global, sino una lógica de vida en armonía con la naturaleza.
Desconexión de contexto:
La perspectiva urbana y “light” muchas veces no contempla la realidad rural e indígena, donde el acceso a productos procesados o dietas alternativas puede ser limitado. En estos contextos, la carne y otros productos animales siguen siendo una fuente fundamental de nutrientes. Así, la crítica desde la ciudad o desde las zonas ricas urbanas puede parecer insensible o ajena a la vida rural, donde las alternativas veganas o vegetarianas simplemente no son una opción viable para muchas familias.
Economía y supervivencia:
En las comunidades indígenas, el uso de animales para la alimentación y otras funciones prácticas como sus ferias patronales, donde organizan peleas de gallos, cabalgatas, rodeos, charreadas, corridas de toros, responden a necesidades económicas y de supervivencia. Muchas familias dependen de la ganadería y la agricultura para subsistir, y el sacrificio de animales para la alimentación es una práctica ancestral que permite la continuidad de la vida en estas comunidades. Para los críticos urbanos, el sacrificio de animales puede verse como algo que debe evitarse, pero esa visión no siempre considera el impacto económico y de supervivencia que el cambio de prácticas tendría en las comunidades indígenas. Los críticos urbanos, sumergidos en su cultura de redes sociales, solo tienen en mente en acabar a la industria ganadera mayor, pero olvidan que sus propuestas dañan principalmente a los más sencillos de nuestras zonas rurales y periferias urbanas.
Reivindicación de la identidad indígena:
Las críticas al consumo de carne o al sacrificio de animales en comunidades indígenas a veces se perciben como una forma de menosprecio hacia sus valores y tradiciones, que buscan ser preservadas frente a una tendencia globalizadora. Este enfrentamiento puede generar tensiones culturales, ya que las comunidades indígenas ven estas críticas como una amenaza a sus prácticas ancestrales y a su forma de vida.
En resumen, el choque entre los usos y costumbres indígenas y la cultura “light” urbana refleja una divergencia de valores y realidades. Mientras que en las ciudades se promueven dietas y prácticas más sostenibles en un contexto globalizado, las comunidades indígenas buscan preservar sus tradiciones, en las que el uso de animales para alimentación y otros fines responde a una lógica de respeto y equilibrio natural. Este conflicto sugiere la necesidad de un diálogo más inclusivo que respete tanto las particularidades culturales como las preocupaciones éticas y ambientales de ambas perspectivas. #OpiniónCoparmex