
Artículo de Opinión escrito por Rosa Marta Abascal Olascoaga , Vicepresidenta nacional de responsabilidad social empresarial de la Coparmex | Vía: @Excelsior
Treinta años han pasado desde que la nueva cultura laboral surgió como un faro de esperanza para la relación entre trabajadores y empresarios en México. Fue un pacto sin precedentes, una visión que apostó por la cooperación en lugar de la confrontación. Pero hoy, mientras celebramos su legado, la gran pregunta es: ¿sigue vigente al día de hoy o qué hay que hacer para actualizar esos compromisos?
Lo que comenzó en 1995 con el esfuerzo conjunto de Coparmex y la CTM, al que se sumaron el Consejo Coordinador Empresarial y el Congreso del Trabajo, marcó un hito en la vida laboral del país. Carlos Abascal Carranza, una de las figuras clave en su creación, lo expresó con claridad: “la nueva cultura laboral es la base para una relación productiva y armónica en la empresa, que promueve el desarrollo del trabajador y la competitividad de la empresa”.
El diálogo y la corresponsabilidad han permitido que México reduzca el número de huelgas en las últimas décadas, fortaleciendo la paz laboral y facilitando el crecimiento de empresas comprometidas con sus trabajadores. La nueva cultura laboral ha sido un esfuerzo conjunto que ha permitido que las relaciones obrero-patronales evolucionen, priorizando el bienestar de todos los involucrados.
Sin embargo, la evolución del mercado laboral nos obliga a preguntarnos: ¿estamos preparados para los nuevos desafíos? La automatización, la digitalización, la innovación y la globalización no sólo exigen adaptación, sino una renovada voluntad de diálogo.
La nueva cultura laboral se construyó sobre pilares sólidos. Su eficacia depende de que sigamos construyendo sobre valores esenciales como:
1. Dignidad del trabajo: reconocer que cada empleo es un pilar de la sociedad.”
2. Justa remuneración: garantizar que la productividad beneficie a todos.
3. Capacitación y formación: apostar por el aprendizaje continuo como motor de crecimiento.
4. Diálogo y negociación: resolver diferencias con consenso, no con imposiciones.
5. Productividad con justicia: competitividad no debe ser sinónimo de explotación.
6. Erradicar la corrupción laboral: la transparencia debe ser la base de toda relación de trabajo.
“La nueva cultura laboral ha sido un puente de diálogo que nos ha permitido avanzar en la negociación y la construcción de acuerdos en beneficio de los trabajadores”, me comentó en alguna ocasión Carlos Aceves del Olmo. Y es que sólo en unidad se puede construir.
Hoy nos enfrentamos a una realidad que exige más compromiso que nunca. El mundo laboral está cambiando, México está en una coyuntura histórica y sólo con diálogo y unidad podremos asegurar que la nueva cultura laboral siga siendo una alianza actuante y no un acuerdo del pasado.
Los desafíos más urgentes son claros:
Flexibilidad sin precarización: que la modernización no signifique pérdida de derechos.
Vida digna: la inflación y el costo de vida deben ser considerados en cada negociación.
Inversión en formación: con un enfoque humanista y de conocimientos.
Conciliación familia-trabajo: para mujeres y hombres, hombres y mujeres.
Para que la nueva cultura laboral siga dando frutos debemos adaptarnos a los tiempos actuales sin perder de vista la esencia de su propósito: generar un entorno de respeto, productividad y justicia.
Treinta años después, la nueva cultura laboral sigue siendo un faro, pero también un recordatorio de que el trabajo centrado en la persona es en pro de todos. La unidad no es automática; se construye día a día con un diálogo responsable y compromisos firmes.
Como dijo mi padre: “Las grandes reformas no se imponen, se construyen con el diálogo y el respeto mutuo. Ese es el espíritu de la nueva cultura laboral”.
No permitamos que esta visión se diluya en el ruido de la política o la indiferencia. Sigamos defendiendo el trabajo digno, la justicia laboral y el desarrollo empresarial. Porque sólo juntos podremos seguir avanzando hacia un México más próspero y equitativo.