
Artículo de Opinión escrito por: Armando Zúñiga Salinas | Vicepresidente de Comunicación de Coparmex Nacional | Vía: @Excelsior
La Misión Empresarial a Japón de COPARMEX revela lecciones clave para el empresariado mexicano en innovación, liderazgo y estrategia global, y destaca la urgencia de posicionar a México en foros internacionales como la Expo Mundial
Hace unas semanas compartí la visión detrás de la Misión Empresarial a Japón organizada por la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX), tender puentes estratégicos, aprender de un modelo empresarial de excelencia y abrir oportunidades concretas para las empresas mexicanas.
Con las primeras actividades ya realizadas, es posible compartir las enseñanzas iniciales, los hallazgos clave y, sobre todo, las oportunidades que esta experiencia abre para México en un contexto internacional cada vez más competitivo y demandante.
En Osaka, fuimos testigos de cómo Panasonic nació en una pequeña casa en 1918 y, gracias a una ética de trabajo basada en el respeto humano, la calidad y la mejora continua, se transformó en uno de los emblemas globales de la innovación. En el Museo Konosuke Matsushita redescubrimos un principio a veces olvidado, las grandes ideas requieren un recurso esencial, un enorme compromiso humano. El corazón importa tanto como el modelo.
Algo similar ocurre en Toyobo, fundada por Eiichi Shibusawa reconocido como el “padre del capitalismo moderno en Japón”, una empresa con más de 140 años de historia, transformada de una textilera tradicional en un gigante global en biotecnología, materiales avanzados, medio ambiente, salud y electrónica. Su reinvención permanente y su apuesta por la diversificación estratégica son lecciones claras para el sector empresarial mexicano.
También visitamos la Expo Mundial Osaka 2025 organizada bajo la idea de salvar, inspirar y conectar vidas. Es imposible no lamentar la ausencia de nuestro país en este escaparate planetario de innovación, creatividad y diplomacia. Más de 150 países muestran allí su mejor rostro ante el mundo durante seis meses. México, con todo su potencial, debería estar presente porque las ferias mundiales son plataformas de atracción de inversiones, posicionamiento de marca país y diálogo civilizatorio.
No podemos volver a quedar fuera. Desde ahora, debemos hacer lo necesario para asegurar la participación de México en la Expo Mundial 2030 en Riad. Esta presencia estratégica requiere planeación, articulación entre gobierno y sector privado, así como un mensaje claro al mundo sobre lo que México es y lo que quiere ser en sintonía con la propuesta temática de imaginar el mañana, tecnologías del cambio y soluciones sostenibles.
Esta misión ocurre, además, en un momento clave. Coincide con el anuncio del acuerdo comercial entre Estados Unidos y Japón, que compromete inversiones millonarias niponas en territorio estadounidense, particularmente en sectores sensibles como el automotriz. Aunque el pacto responde a una lógica geopolítica bilateral, no deja de representar un reto para México. La competencia por atraer inversión japonesa será ahora más intensa, y debemos estar preparados para dar respuestas claras.
Pero también abre la oportunidad de reafirmar a México como socio confiable en Norteamérica, como puente estratégico entre Asia y América Latina, y como plataforma logística y manufacturera de alto valor para las empresas.
Toyobo, que ya opera en Querétaro, nos manifestó su interés en ampliar operaciones en México gracias al T-MEC y a la necesidad de diversificar su proveeduría. ¿Qué significa esto? Que las empresas mexicanas, especialmente las pequeñas y medianas, deben prepararse para estándares más exigentes de trazabilidad, calidad y cumplimiento.
De nuestras primeras visitas derivan también algunas claves para el futuro del empresariado mexicano. La primera es la necesidad de incorporar una visión de largo plazo, incluso en un entorno político o institucional complejo. Las grandes empresas japonesas planean con décadas de anticipación, alinean sus estrategias con la sostenibilidad y mantienen el foco en su propósito.
La segunda es el compromiso con la innovación como cultura, no como excepción. Todas las firmas que conocimos invierten sistemáticamente en investigación, desarrollo de talento y transformación digital. Si queremos un México exportador con valor agregado, necesitamos integrar la innovación a nuestras cadenas productivas y fomentar ecosistemas de cooperación entre empresas, universidades y centros tecnológicos.
La tercera es la formación de líderes con visión internacional. La interacción con expertos japoneses nos permitió reforzar la convicción de que el liderazgo empresarial del siglo XXI exige preparación constante, apertura cultural y sentido estratégico. No hay competitividad sin preparación, ni expansión sin entendimiento profundo del entorno global.
Y la cuarta es la diplomacia empresarial como herramienta para posicionar a México en las grandes agendas del mundo. Mientras algunas potencias cierran filas y otras se atrincheran en políticas proteccionistas, el empresariado mexicano debe salir, dialogar, explorar y construir alianzas. No podemos seguir esperando que las oportunidades lleguen solas. Hay que ir por ellas, con decisión, estrategia y profesionalismo.