
Artículo escrito por Gustavo Mauricio Núñez Avendaño, Presidente del Comité Micros y Pequeñas Empresas de Coparmex | Vía:@elsolde_mexico
Entre 2016 y 2024, 13.7 millones de personas en México salieron de la pobreza, la mayor reducción en décadas. El empleo formal y el incremento sostenido del salario mínimo —que creció 150% en términos reales— han sido factores decisivos. Estos avances confirman una verdad fundamental: es el trabajo, no la asistencia, la vía más sólida para superar la pobreza.
En este esfuerzo, las empresas, y particularmente las MiPyMEs, han sido el motor silencioso del cambio. Son ellas quienes generan siete de cada diez empleos formales, sostienen comunidades enteras y mantienen vivo el espíritu emprendedor de nuestro país. Sin embargo, aún enfrentan retos estructurales: falta de financiamiento, gasto regulatorio elevado, inseguridad, dificultades para acceder a la formalidad, brechas de productividad y limitado acceso a la innovación y a la transformación digital.
Si apoyamos a las MiPyMEs para superar estos obstáculos, el potencial transformador es inmenso. Podrán no solo ofrecer empleos formales y bien remunerados, sino también convertirse en la primera línea de defensa contra la pobreza en todas sus formas: la pobreza de ingresos, sí, pero también la pobreza educativa, de valores, de salud y de oportunidades. Una empresa que crece y se fortalece no solo paga mejores salarios: también forma personas, impulsa talento joven, abre espacio a las mujeres y aporta estabilidad a las familias.
Hoy, casi la mitad de los mexicanos carece de seguridad social y más de un tercio no tiene acceso a servicios de salud de calidad. Esto nos recuerda que la reducción de la pobreza no puede depender únicamente de los apoyos asistenciales: necesarios, sí, pero insuficientes. Requerimos un modelo de desarrollo inclusivo, en el que las empresas tengan condiciones de certeza jurídica, incentivos para invertir, acceso a financiamiento y políticas públicas que reconozcan su papel como aliadas estratégicas del desarrollo social y económico de nuestro país.
Las MiPyMEs no piden privilegios: exigen reglas claras, seguridad, infraestructura y un entorno que les permita desplegar su vocación empresarial. Con ese respaldo, serán capaces de generar más empleos dignos, mejorar la productividad y contribuir a la cohesión social.
El reto de una reducción sostenible de la pobreza se alcanzará cuando cada familia pueda vivir de su trabajo, con ingresos formales que satisfagan sus necesidades. Cuando una MiPyME prospera, no solo crece su balance financiero: crece su comunidad. Cada empleo formal que generan significa una familia con mayor estabilidad, niños que pueden seguir estudiando, jóvenes que encuentran oportunidades en lugar de migrar y mujeres que logran independencia económica.
Hoy tenemos una oportunidad histórica. Si convertimos a las MiPyMEs en protagonistas del cambio, México no solo reducirá sus rezagos sociales, sino que avanzará hacia un futuro con desarrollo inclusivo, en el que el éxito de una empresa se traduzca en bienestar para toda una comunidad y en la construcción del bien común. #OpiniónCoparmex