Artículo de opinión escrito por Lorena Jiménez Salcedo, presidenta de la Federación Bajío Centro | Vía Diario de Querétaro
Conocer el origen de las cosas es el primer paso para hacer conciencia del por qué somos, vivimos o pensamos de tal o cual manera. Cuestionar nuestra realidad, paradigmas y creencias es fundamental para salir de esa burbuja en la que viven muchas personas que no dimensionan las distintas circunstancias que viven muchas personas en nuestro país y en el mundo.
Hace unos días, llegó a mis manos un libro llamado Morir es un Alivio, de la escritora Karina García Reyes. La obra retrata una realidad muy dura que vivieron doce exnarcos que lograron salir de ese ambiente lleno de sangre y violencia.
Lo interesante de este excelente trabajo fue el enfoque que le dio la autora, pues más allá de los datos que arroja la violencia en México por el narcotráfico, se centra en las historias de los entrevistados, lo que permite conocer el por qué de su decisión de formar parte de esos grupos criminales.
Insisto, sólo conociendo el origen y la problemática podremos generar estrategias que eviten que cada vez más jóvenes sean “seducidos” por el crimen organizado, pues resulta muy simplista la visión de que sólo lo hacen por ser la vía “más fácil” de conseguir dinero o poder. El tema va mucho más allá.
Es necesario conocer la raíz de esos perfiles violentos; si comenzamos a profundizar veremos que las masculinidades tóxicas en el núcleo familiar, basadas en la misoginia y el machismo, han sido factores determinantes para generar estos escenarios donde la violencia es el común denominador.
Pero el tema no queda aquí, pues también las desigualdades sociales y económicas son fuertes detonantes de la violencia; niños que no tienen acceso a educación, salud o una buena alimentación, son el blanco perfecto para ser parte de esa estadística negra.
Para esto, es necesario replantear los esquemas económicos que sólo benefician a unos cuantos; esos que generan una especie de “esclavitud moderna” y que hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Y este debería ser el reto real de los gobiernos y las empresas, de lo contrario, continuaremos viviendo en sociedades marcadas por la sangre.
De acuerdo a la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH), en México, durante el 2020 y lo que va de 2021, poco más de 13 mil personas han sido desplazadas de sus lugares de residencia como consecuencia de la violencia.
Como lo menciona el Informe 2019 de Desplazamiento Interno Forzado Masivo en México elaborado por la CMDPDH, el huir y abandonar sus lugares de residencia genera necesidades de vivienda y seguridad, además de apoyos económicos, médicos, psicológicos, así como mecanismos de justicia y reparación de daños, algo que en nuestro país no ha sido debidamente atendido.
Es urgente que como sociedad seamos más conscientes de nuestro entorno para comprender las problemáticas que afectan a los grupos vulnerables. Debemos entender el problema de la desigualdad e involucrarnos en la reestructura de nuestro maltratado tejido social. Urge la participación de los grupos de poder económicos y políticos para que el capital no le gane a la ética social.