Artículo escrito por Jorge Ramírez Hernández, Vicepresidente Nacional de Desarrollo Democrático de la Coparmex vía el Sol de México
Twitter: @jrh67er
Muchas regiones del mundo han alcanzado el límite de aprovechamiento del agua, lo que las ha llevado a sobreexplotar los recursos hidráulicos superficiales y subterráneos, creando un impacto negativo en el ambiente. En los países en los que se depende del agua subterránea para el riego, como es el caso de México, el exceso de extracción está provocando que los niveles freáticos de agua dulce estén descendiendo a un ritmo muy alarmante.
De acuerdo con el INEGI, los usos que le damos al agua en México son: 76% Agricultura, 14% Público urbano, 5% Industria y 5% generación de energía eléctrica.
La mayor parte del agua concesionada en México es utilizada en la agricultura; por lo que es urgente incrementar el uso de técnicas modernas de producción para mejorar la eficiencia en su uso, tales como el control ambiental en los invernaderos y sistemas hidropónicos de circuito semicerrado y cerrado. Esto podría generar hasta un aprovechamiento de hasta 5 veces más, es decir, para la misma producción agrícola actual se necesitaría el 30%-40% de lo que hoy se usa. Sin embargo, en términos sociales, económicos y políticos, implementar una solución práctica para la modernización del campo es muy complejo, pues las concesiones de agua se concentran en pequeñas parcelas y muchos de sus propietarios no tienen capital para invertir en tecnología, por lo que urge que el Congreso y el gobierno federal destinen recursos y políticas públicas para modernizar el campo.
Por otro lado, los municipios tienen a su cargo el servicio de suministro de agua potable, drenaje y tratamiento de sus aguas residuales, siendo los responsables de construir y dar mantenimiento a la infraestructura necesaria para el buen aprovechamiento del agua en las ciudades. Alrededor de la mitad del agua que se dispone para este servicio no llega al usuario final, por lo que deben invertir en tecnología para mejorar la eficiencia física, reduciendo las fugas y las tomas clandestinas. También, y no menos importante, medir y cobrar a cada usuario el servicio: cuando nos cuesta el agua la cuidamos todos. Hoy consumimos aproximadamente en el país sobre 300lts/hab/día, cuando hay ciudades que han logrado tener una dotación de menos de 135. Si nos aplicamos todos, podríamos usar menos de la mitad de agua que hoy disponemos para los servicios municipales. Otro gran reto para los gobiernos estatales y locales.
En mi opinión, la mayor oportunidad está en el reúso del agua tratada para todo aquello que no requiera agua potable. Con los avances tecnológicos en términos de saneamiento, el campo, la industria, el riego de jardines y hasta muchos de los usos domésticos pueden usar agua de reúso y con esto darle muchas vueltas al agua de los acuíferos, ríos y presas.
Sí hay soluciones para que el agua nos alcance a todos. El Congreso, los gobiernos federales, estatales y locales, deben designar presupuesto y establecer las políticas públicas para mejorar la eficiencia en el campo, en el uso público urbano, pero sobre todo en el reúso del agua.