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¿Recaudar sin crecer?

Artículo de Opinión escrito por Domingo Ruiz López, Presidente de la Comisión Nacional Fiscal de Coparmex. | Vía: @Milenio

X:@domingoruizl

El reciente comunicado del Servicio de Administración Tributaria (SAT), fechado el 21 de abril de 2025, da cuenta de un logro técnico: durante el primer trimestre del año se superó la meta de recaudación prevista en la Ley de Ingresos, alcanzando un billón 522 mil 101 millones de pesos. Este monto representa un incremento de más de 276 mil millones de pesos respecto al mismo periodo del año anterior, con un crecimiento real de 17.8 por ciento. Sin duda, se trata de una cifra significativa. Pero, ante el estancamiento económico que vive el país, conviene preguntarnos: ¿es esto realmente una buena noticia?

México atraviesa un periodo de nulo crecimiento económico. El dinamismo productivo está contenido, las inversiones extranjeras no fluyen con la velocidad ni la profundidad necesarias, y el consumo interno se encuentra limitado por la pérdida de poder adquisitivo y la incertidumbre jurídica. En ese contexto, el incremento en la recaudación no parece ser consecuencia de una economía en expansión, sino más bien de una intensificación en los procesos de fiscalización, control y vigilancia tributaria.

De acuerdo con el propio SAT, el principal motor del incremento en los ingresos tributarios netos fue el impuesto sobre la renta (ISR), con una recaudación de 901 mil 258 millones de pesos, es decir, 185 mil millones más que el año pasado. Por su parte, el impuesto al valor agregado (IVA) creció en 81 mil millones, mientras que otros impuestos contribuyeron con aumentos menores. Estas cifras parecen reflejar más una política activa de recaudación basada en auditorías, revisiones electrónicas y presiones fiscales, que un incremento real en la actividad económica.

Este fenómeno ya lo hemos visto antes: cuando no hay crecimiento, la única vía para sostener la recaudación es presionar a los contribuyentes registrados, intensificando la fiscalización. Pero esta estrategia, aunque funcional en el corto plazo, tiene efectos secundarios graves. La presión excesiva puede desincentivar la formalidad, provocar una contracción de la inversión privada y ahogar a las micro, pequeñas y medianas empresas, que constituyen la columna vertebral de nuestra economía.

La fiscalización debe ser parte de una estrategia integral que también promueva el cumplimiento voluntario, brinde certeza jurídica y fomente la competitividad. El cumplimiento fiscal es una responsabilidad ciudadana, y también debe ser una experiencia justa, proporcional y acompañada de incentivos reales para quien decide operar en la legalidad.

La eficiencia recaudatoria debe ir acompañada de políticas públicas que impulsen la inversión, la formalidad y la generación de empleo. Lo que México necesita no es solo recaudar más, sino hacerlo de manera inteligente, estratégica y sostenible.

El Plan Maestro de Fiscalización 2025, que el SAT impulsa con vigor, debe encontrar su complemento en un Plan Maestro de Fomento al Cumplimiento Colaborativo. Transitar hacia un nuevo paradigma fiscal exige dejar atrás la visión del contribuyente como evasor en potencia. En países como Canadá, Dinamarca o Chile, los sistemas fiscales más eficaces no se basan en la coacción, sino en la confianza, la transparencia y el acompañamiento. Por ejemplo, en Estonia la digitalización y la simplificación fiscal permiten que una declaración de impuestos tome menos de 10 minutos. A cambio, los ciudadanos reciben servicios públicos eficientes y sienten que su contribución es valorada. Esa reciprocidad es clave para fortalecer el tejido fiscal.

Construir un sistema donde el contribuyente sea un aliado del desarrollo nacional implica más que eliminar cargas innecesarias o mejorar la atención: significa ofrecer reglas claras, certidumbre jurídica y verdaderos incentivos para la formalidad. Implica también profesionalizar a las autoridades fiscales, para que pasen de ser inspectores a convertirse en facilitadores del crecimiento económico.

El verdadero riesgo es quedarnos atrapados en una trampa recaudatoria: una donde se recauda más a costa de asfixiar al aparato productivo, desincentivar la inversión y erosionar la base fiscal futura. Es hora de repensar nuestra política tributaria no solo como un medio de recaudación, sino como una plataforma para un México más competitivo, justo y próspero.

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