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Responsabilidad

Artículo escrito por Reginaldo Martín Esquer Félix, Vicepresidente Nacional de Estado de Derecho, Seguridad y Justicia de Coparmex vía Reforma

Twitter: @Reginaldo_EF 

El que dice, hace o deja de hacer, debe asumir las consecuencias de sus acciones u omisiones. Tal parece que la vida sería más sencilla si todos tuviéramos idea de lo que podría pasarnos cuando tomamos decisiones conscientemente irresponsables.

La palabra responsabilidad proviene del latín responsum, del verbo respondere, que se forma con el prefijo re-, que sugiere la idea de repetición, de volver a atrás, y el verbo spondere, que implica “obligarse o comprometerse”. La Enciclopedia Jurídica Mexicana dice que: “Por responsabilidad puede entenderse la obligación que tiene una persona de subsanar el perjuicio producido o el daño causado a un tercero, porque así lo disponga la ley, lo requiera una convención originaria, lo estipule un contrato, o se desprenda de ciertos hechos ocurridos con independencia de que en ellos exista o no culpa del obligado a subsanar”.

La irresponsabilidad no solo está en la conducta perjudicial, sino que, si no reconocemos que tenemos la culpa, mucho menos corregimos. En la aceptación de las consecuencias está la responsabilidad; ejemplo, el accidente de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, en donde ni el que lo construye, ni el que supervisa o le da mantenimiento aceptan las consecuencias de sus errores. O bien pensemos en la decisión de construir un nuevo aeropuerto estando otro en avance, solo para demostrar quién manda.

El tiempo que nos tocó vivir es producto de un periodo salvaje de la civilización, donde no había el mínimo respeto por los derechos humanos; hoy sin haberlo solucionado se habla y se piensa más en nuestros derechos dejando de lado las responsabilidades. Tenemos que lograr un equilibrio.

Actuar y ser una persona responsable en los ámbitos laboral, empresarial, social y familiar, es una limitante a la estupidez, a la deshonestidad, a la injusticia y a la equivocación.

Somos responsables de cumplir con nuestras obligaciones legales, pagar impuestos, pagar los daños que ocasionemos; somos responsables de educar a nuestros hijos y de conducirnos con decoro y vergüenza.

Una empresa debe tener el compromiso y la convicción de un mejor desarrollo económico inclusivo, generando condiciones a sus colaboradores, ayudando a la comunidad y causas humanitarias, cuidando el medio ambiente y ofreciendo bienes y servicios con ética; esto genera competitividad y valor agregado a la empresa.

Un funcionario público es responsable de ejercer su función con eficiencia y honestidad, sin excesos o desvíos de poder. Es lamentable que nuestra legislación prevé responsabilidades políticas, penales, civiles y administrativas que pocas veces son efectivas; cuando se trata de un delito cometido por un servidor público, sus penalidades siempre son mayores, pues supone que el acceso a la información, el abuso del que puede ser capaz y el aprovechamiento incorrecto de su función aumentan la gravedad de su conducta.

Un político (no un servidor público) normalmente piensa en prácticas populistas por su rentabilidad política antes que pensar con responsabilidad, porque actuar con responsabilidad cuesta, no le gusta a la mayoría de la gente, es claramente impopular; pero si es lo correcto y se atreven a ser responsables, les quitamos el voto; realmente podemos ser una sociedad muy injusta.

Si todos barremos la banqueta de nuestra casa, la calle estará limpia. Quizá si todos pensáramos más en nuestras responsabilidades, seríamos una sociedad y un país más justos, y el respeto de nuestros derechos humanos y universales sería en automático. Para cerrar mis reflexiones, ojalá muchos de nuestros políticos actúen pensando como Sir Winston Churchill decía: “El precio de la grandeza es la responsabilidad”.

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