#OpiniónCoparmex escrita por Rosa Marta Abascal Olascoaga, Vicepresidenta de Comunicación de Coparmex | Vía Mujer Ejecutiva
Twitter: @rmabascal
Hablar del papel de la mujer en este mundo moderno, donde lo mismo estudia que trabaja, es esposa y tiene hijos, participa social y políticamente, es por demás trascendente.
Es tan trascendente que quizás lo más importante de ello es que la propia mujer esté clara de quién es, qué quiere, por qué lo quiere y hacia dónde caminará para conseguirlo, a la vez que supera patrones culturales que la autolimitan.
Estos patrones culturales nacen de estereotipos inconscientes, en los cuales “solo mamá cuida a los niños”, “solo papá sale a trabajar” por citar los más extremos.
El primer paso es hacernos conscientes de que existen, de que crecimos en una sociedad en la cual esto era lo normal y lo “sano” y que, por lo mismo, trabajar en nosotras mismas para, sin desconocer nuestra feminidad, superar el paradigma e ir creando una nueva cultura que tiene que comenzar por casa, con nuestros maridos, nuestros hijos, nuestro entorno laboral y social.
Hay dos sesgos o barreras que se interponen en el crecimiento y trascendencia de una mujer.
El primero es el techo de cristal. Esta barrera normalmente es autoimpuesta de forma inconsciente: “a mí me dijeron que yo tenía que atender a mi marido y que en ello me iba la vida y así he crecido dejando de lado cualquier otro tema”.
Estos techos de cristal se dan desde la selección misma de pareja o de trabajo (o la no selección); la formación hacia nuestros hijos y nuestra propia autoformación; la actitud que tengamos ante una posible
promoción en nuestro empleo; la evaluación que hagamos de nosotras mismas como trabajadoras, esposas y madres (aquí la culpa es un tema por demás dramático); la actitud ante la remuneración que en innumerables ocasiones, por raro que parezca, también tiene una carga importante de culpa: “no puedo ganar más que mi marido”; hasta la conciliación misma de mi ser y mi hacer en los temas laborales y familiares: cómo logro dar lo mejor de mí conciliando las actividades y las vocaciones que tengo.
El segundo sesgo es el techo de cemento, es una barrera interna que viene impuesta por la cultura del varón (el marido, el padre) y de la sociedad, incluyendo a la empresa.
Estos techos de cemento impiden que una mujer sea considerada como alguien capaz de ocupar determinadas posiciones, porque el rol que otros le han impuesto no es conciliable con la labor a desempeñar.
Las consecuencias son catastróficas, la autoestima de la mujer sufre inevitablemente, su miedo a fracasar – porque no puede llenar los estándares o prototipos que otros le imponen – es evidente y eso mismo la paraliza, su capacidad de negociación disminuye porque siempre comienza con desventaja por como el otro la visualiza… y un largo etcétera.
La única forma de superar estos 2 sesgos es reconocerlos y eliminarlos desde la valentía, desde el propio auto reconocimiento y cambio cultural, evitando ser una misma la víctima, ni presentarse así ante nadie.
Es al revés, necesitamos empoderarnos, darnos a nosotras mismas (y esto lo hace cada quién por propia decisión, aunque ocupe ayuda externa), la fuerza, la capacidad y la opción para romper esos techos de cristal que sí que dependen de ella, y para empujar con su ejemplo y resultados que se rompan los techos de cemento impuestos por otros.
En este sentido mi más amplio reconocimiento y felicitación a la Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, una mujer que sin duda fue capaz de superar tanto el techo de cristal como el de cemento, sin duda, un ejemplo a seguir.
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