Artículo de opinión de Juan Manuel Hernández Niebla, Presidente de la Comisión Nacional de Seguridad y Justicia.
Twitter: @hernandez_sd
Durante los últimos sexenios, Ejército y Marina han sido los artífices en el combate a la inseguridad en México. donde algunos críticos han considerado su actuación con claro oscuros.
Por un lado, nadie puede negar que sin su apoyo y desempeño, México viviría hoy una situación insostenible, donde el crimen organizado probablemente habría desbordado las últimas barreras, convirtiendo a nuestro país en un narco estado.
Sin embargo, estos críticos, con cierta razón, argumentan las fuerzas armadas son entrenadas para la guerra, generando interrogantes en su manejo de los derechos humanos.
Asimismo, una parte de la sociedad teme una posible regresión al México post revolucionario del siglo pasado, donde gobiernos militares dieron pauta a un México bárbaro y sangriento, generando la existencia de una paz conflictiva, paradójicamente como la que hoy vivimos.
No obstante, no podemos omitir que la razón de las fuerzas armadas en la calles, es el resultado de la incapacidad de los gobiernos para conformar corporaciones civiles policiacas de altura.
En esa dinámica, el Presidente López Obrador, durante su campaña, prometió el regreso de las fuerzas armadas a los cuarteles, y la conformación de una policía civil efectiva y sustentable.
Sin embargo, la promesa terminó materializándose con la formación de la Guardia Nacional, un cuerpo policiaco conformado por la Policía Federal, utilizando nuevamente al Ejército y la Marina.
La discusión evolucionó posteriormente al nombramiento de su mando, reportando a la Secretaria de Seguridad, teóricamente bajo un mando civil, donde el presidente terminó nombrando a un militar en activo en el cargo.
Si bien las credenciales del comandante de la Guardia Nacional no tienen tela de duda en cuanto a capacidad y experiencia, su grado militar termina generando serias dudas en la estructura verdadera de reporte, entendiendo su jefe jerárquico es y será siempre el Secretario de la Defensa.
En ese sentido, ¿podrá el Secretario de Seguridad remover de su cargo a un militar si el mismo no da resultados? ¿O el comandante de la Guardia Nacional estará reportando “di facto” al Secretario de la Defensa, comprometiendo la estructura de coordinación?
Igualmente, existe el peligro de que la orientación militar de la Guardia Nacional se termine dispersando a los mandos policiacos municipales y estatales, dando primacía a militares en posiciones de mando, y consecuentemente desincentivando la formación de mandos civiles, generando una tendencia a la militarización del aparato de seguridad del país.
Finalmente, más allá de que se desaprovecha la oportunidad de crear una verdadera policía civil, las fuerzas armadas son nuestra última esperanza de pacificación del país. ¿Qué va a pasar si fallan?
Ejército y Marina son el último bastión de seguridad que nos queda a los mexicanos. Si fracasan, México perderá el último garante de seguridad que nos queda.