
Artículo de Opinión escrito por: Jorge Luis Camacho Ortega | Consejero Nacional de Coparmex | Vía:@Forbes_Mexico.
La realidad es alarmante: más de la mitad de los adultos en México no tiene estudios completos de media superior, y solo el 17 % tiene estudios universitarios. ¿Y qué hacemos como país al respecto? Muy poco. Este sector está prácticamente olvidado en la política pública.
Cuando hablamos de educación en México, la atención casi siempre se dirige a los niños y jóvenes. Nos enfocamos en sus necesidades, su matrícula, sus libros de texto… y está bien. Pero al hacerlo, dejamos fuera a millones de adultos que no terminaron la secundaria o la preparatoria, que hoy ya trabajan, mantienen a sus familias, y que no pueden avanzar en la vida porque el sistema educativo los dejó atrás.
La realidad es alarmante: más de la mitad de los adultos en México no tiene estudios completos de media superior, y solo el 17 % tiene estudios universitarios. ¿Y qué hacemos como país al respecto? Muy poco. Este sector está prácticamente olvidado en la política pública.
El rezago educativo de los adultos es una gran deuda nacional y un impedimento para lograr mejores niveles de vida.
Estos hombres y mujeres no son una estadística: son nuestros colaboradores, meseros, obreros, empleados administrativos, madres solteras, emprendedores informales…son la fuerza laboral del país, y sin embargo, están fuera del radar educativo. Eso no es justo. Y tampoco es inteligente.
Hoy en día, cualquier empleo digno exige como mínimo preparatoria, y cada vez más, habilidades digitales, pensamiento crítico, trabajo en equipo, capacidad para resolver problemas y emprender. ¿Cómo van a competir quienes no tuvieron acceso a esa formación? ¿Cómo van a romper el círculo de pobreza? Están atrapados en empleos informales, mal remunerados, sin oportunidades reales de ascenso ni acceso a la innovación o el emprendimiento.
Pero lo más perturbador es que no es una prioridad para el estado, no existe una política pública nacional seria, articulada ni financiada para reincorporar a estos millones de adultos al sistema educativo. El rezago se acepta, se normaliza, se ignora. Y así, se perpetúa la desigualdad y la pobreza.
La educación no es una prioridad en las políticas públicas del gobierno, por ello, ofende escuchar discursos sobre la calidad educativa cuando en el aula se sigue viviendo en el siglo XX.
En las evaluaciones internacionales (como PISA), México está en los últimos lugares de la OCDE en lectura, matemáticas y ciencias. Eso ya lo sabemos. Lo que no siempre decimos con claridad es que seguimos enseñando como hace 40 años,, con programas memorísticos, desvinculados del mundo real, y con poca o nula formación en habilidades prácticas, digitales o emprendedoras.
Mientras Corea del Sur, Japón y otros países asiáticos reforman sus modelos educativos basados en proyectos, habilidades digitales, colaboración y emprendimiento, para formar ciudadanos creativos, competitivos y con visión global, nosotros seguimos atrapados entre burocracia, sindicatos, improvisación y políticos incompetentes.
La educación vinculada al mundo laboral es un factor de progreso personal y empresarial, de atracción de inversiones, de nuevos emprendimientos y por ende de mayor generación de bienestar para todos. Pero eso no lo entendemos, seguimos caminando desconectados el sector educativo del sector empresarial. Y esto lo confirma una encuesta de Manpower/McKinsey donde afirma que más del 60 % de los empleadores en México consideran que los egresados universitarios no están bien preparados para el mundo laboral.
Encima, tenemos a uno de cada cinco jóvenes que ni estudia ni trabaja, millones de jóvenes que desertan del sistema, y millones de adultos que sí trabajan, pero sin las herramientas para progresar. Así no hay productividad que crezca, ni país que avance.
Lo más grave de todo es la indiferencia institucional. Además de la mala calidad educativa que se imparte en las aulas, no hay una política clara para formar a los adultos que trabajan. No hay una red nacional de educación flexible, modular, híbrida y reconocedora de saberes previos. No hay voluntad política real para invertir en formación continua o educación para la vida. Hay parches, programas marginales, discursos huecos. Pero no hay estrategia.
Y así, solo seguimos administrando el rezago, no resolviéndolo.
¿Qué necesitamos hacer?
1) Crear un programa nacional de valor por la educación para que en nuestra cultura, en las familias, en cada uno de nosotros, consideremos a la educación como el factor más importante de movilidad social y bienestar social.
2) Actualizar profundamente los planes de estudio, desde primaria hasta educación superior, con enfoque en competencias reales: digitales, técnicas, emocionales y emprendedoras para responder al mundo real.
3) Implementar una estrategia nacional de reinserción educativa para adultos, que se imparta en línea, en centros comunitarios, en empresas y sindicatos, con flexibilidad horaria y acompañamiento personalizado.
4) Incentivos fiscales para motivar a las empresas a formar, capacitar y apoyar a sus colaboradores para complementar su educación e incrementar la productividad laboral.
5) Fortalecer la educación técnica y dual, conectada con empresas y sectores clave.
6) Capacitar a los docentes como guías y facilitadores, no como repetidores de contenidos y conectar la educación con la empleabilidad, el emprendimiento y desarrollo humano.
México no saldrá adelante mientras más de la mitad de su fuerza laboral siga educativamente marginada. La movilidad social está rota. El ascenso económico está bloqueado. Y la educación, en vez de ser la gran palanca de cambio, se ha convertido en botín político y electoral.
El futuro no está solo en los salones de clases. Está también en los talleres, las fábricas, los hospitales, las oficinas, los comercios. Está en millones de adultos que hoy mantienen al país de pie y que, si tuvieran acceso a educación pertinente, podrían multiplicar su valor y transformar el futuro de sus familias.
No reformar de raíz nuestro sistema educativo —y especialmente no incluir a los adultos— es una forma de condenar al país a repetir su fracaso, una y otra vez.
Ya no se trata solo de invertir más. Se trata de cambiar todo lo que no funciona. Porque hoy, más que nunca, la educación es una emergencia nacional. #OpiniónCoparme