Articulo de Opinión escrito por Lorena Jiménez Salcedo , Presidenta de nuestra Comisión Nacional de Bienestar Social | Vía: Forbes México
En México, se ha desvanecido la línea divisoria en la que los conservadores apoyaban a PAN+PRI y los liberales optaban por Morena.
El libro Why We’re Polarized de Ezra Klein es un análisis exhaustivo de la creciente polarización política en los Estados Unidos, que refleja paralelismos tan significativos con la realidad mexicana que amerita un análisis.
Klein argumenta que la polarización no es solo una consecuencia de divisiones ideológicas, sino también un fenómeno que ha sido estructurado y amplificado por los sistemas políticos y, sobre todo, mediáticos.
Para el autor, la política estadounidense ha pasado de estar dividida principalmente en términos de ideología política (conservadores vs. liberales) a estar estructurada en torno a identidades partidarias (demócratas vs. republicanos). Esto significa que las divisiones ya no solo se basan en ideas políticas, sino en las identidades fundamentales de las personas. Estas identidades partidarias están profundamente entrelazadas con otras identidades, como la raza, la religión y la geografía, lo que intensifica las divisiones.
En México parece estar ocurriendo lo mismo. Se ha desvanecido la línea divisoria en la que los conservadores apoyaban a PAN+PRI y los liberales optaban por Morena. Las elecciones pasadas permitieron ver a amplios segmentos (tradicionalmente de derecha) pasarse al espectro de la izquierda más radical.
Así, la polarización crea un ciclo de retroalimentación. Cuanto más polarizado está el sistema político, más se radicalizan las identidades partidarias. Se difuminan los puntos intermedios y se exacerban los ánimos. Esto hace que la política sea más conflictiva y menos colaborativa. Porque si bien la radicalización del electorado surge de una estrategia política y una narrativa impulsada desde Palacio Nacional, en un segundo momento cobra vida propia en el entusiasmo poblacional, y es el ciudadano quien termina demandando ese estado exacerbado.
Los medios de comunicación y las redes sociales aderezan el juego con su poder de amplificación al ofrecer contenido que refuerza las opiniones preexistentes y demoniza al partido o grupo opuesto. No hay puntos medios entre demócratas y republicanos, ni entre panistas y morenistas.
Si agregamos que el sistema electoral estadounidense se cimienta en un modelo bipartidista, se exacerba la polarización, pues se crea un incentivo para que los partidos políticos se alejen del centro y se enfoquen en movilizar a sus bases más extremas.
Lo mismo sucede en nuestro país. Al conformarse dos bandos partidistas: Morena +PT+PVEM y PRI+PAN+PRD+MC, se genera un escenario de bandos que simplifica la decisión para los ciudadanos.
El libro de Klein aporta un concepto novedoso: la polarización afectiva, que se refiere al odio y la desconfianza que los miembros de un partido o coalición sienten hacia el otro o los otros. Tirios contra troyanos sin mediación. Y el desacuerdo parece no estar limitado al espectro de la discusión política, sino que ven al otro lado como una amenaza existencial para Estados Unidos. Esta polarización afectiva ha convertido a la política en un juego de suma cero, donde comprometerse o cooperar con el otro lado es visto como traición: ¿suena igual en México? Lamentablemente, sí.
Continúan las similitudes: la raza ha sido un factor fundamental en la polarización contemporánea. Klein explica cómo el Partido Republicano se ha convertido en un partido predominantemente blanco, mientras que el Partido Demócrata se ha vuelto más diverso. La reacción contra el cambio demográfico en EU y el creciente poder de las minorías étnicas ha sido un motor importante de la polarización, especialmente entre los votantes blancos. En nuestro país hemos abierto ya la puerta al debate y al sarcasmo de “fifís” contra “chairos”, de “whitexicans” contra “morenos”. Toda la cohesión que la narrativa del mestizaje nos había otorgado parece estarse deshilando paso a paso, y con ello, se atiza el divisionismo como sustento de una lucha de castas que parecía superada.
Los algoritmos de las redes sociales juegan en contra, ya que están diseñados para maximizar el compromiso del ciudadano digital, promoviendo reacciones emocionales intensas y polarizantes que atraen su fidelidad.
En Estados Unidos, te define claramente dentro de un polo si ves Fox o MSNBC por la noche, así como en México, dependiendo de tu identidad, recibirás en tu feed de noticias más Latinus o más Jornada.
La polarización extrema representa una amenaza para la democracia, pues construye desacuerdos profundos y presiona a las instituciones reguladoras, creando un vacío de controles que permite a los partidos políticos socavar las normas democráticas si eso significa obtener una ventaja sobre el otro.
Con estas nuevas reglas y jugadores, la conciliación nacional, tanto en Estados Unidos como en México, se ve lejana. Para Klein, la polarización no es irreversible, pero argumenta que revertirla requerirá reformas sustanciales en el sistema político y una mayor conciencia de cómo la identidad partidaria es la gasolina que está alimentando diariamente estas divisiones. #OpiniónCoparmex