Artículo de opinión escrito por Francisco López Díaz, Director General de Coparmex | Vía Excelsior
En los últimos años se ha planteado sobre la importancia de darle mayor atención a la materia de civismo en la formación de la niñez mexicana, y si entendemos al civismo como parte fundamental de las ciencias sociales que formarán a las nuevas generaciones en las competencias para desarrollar una mayor comprensión de los asuntos colectivos/públicos y que ayuden a tener un mayor sentido de pertenencia a la comunidad, así como contar con las habilidades para manejar y resolver conflictos de forma pacífica (respeto, empatía y tolerancia), nos darán los elementos para que las futuras generaciones puedan seguir participando en las decisiones de interés común en nuestro país, tanto en lo social como en lo político. Sin embargo, mientras esta tarea sigue siendo un pendiente de atender, hemos tenido que aprender en la práctica, sin la teoría, lo que es vivir una cultura cívica.
Es un hecho que, para aprender a valorar las libertades que hoy gozamos, como la libre expresión, basados en una democracia (hoy amenazada), en la que todas las personas podamos con nuestro voto elegir la opción que convenza a la mayoría por medio de instituciones sustentadas en un Estado de derecho, es necesario que las reconozcamos todos los días y que los avances democráticos sean pilares de una sociedad diversa que sabe respetar las diferencias y vivir en comunidad.
En las últimas dos décadas hemos sido testigos de que la sociedad mexicana, en momentos de crisis, saca el hombro y nos da claro ejemplo de un avance en nuestra incipiente cultura democrática; ejemplos de marchas cívicas, como la lucha contra la inseguridad en 2004, la reciente marcha por la defensa del INE o también la primera iniciativa ciudadana llamada Ley 3 de 3, que en 2016 logró reunir más de 600 mil firmas para proponer cambios de fondo a un Sistema Nacional Anticorrupción, o qué decir de la importante participación de voto en las pasadas elecciones intermedias de 2021, que superaron los pronósticos de participación ciudadana. Sin duda, estos y muchos más ejemplos nos muestran que nuestra sociedad desea y anhela un mejor país y, por ende, una mejor clase política que, en ocasiones, se encuentra rebasada ante la evolución y avance de nuestra sociedad.
Sabemos que, actualmente, el sistema electoral está en riesgo, sobre todo por esas voces que desean debilitar instituciones que son insignia de nuestra democracia, tales como el INE y el TEPJF, y por eso colectivos, apoyándose en plataformas digitales, han creado movimientos denominados #YoDefiendoAlINE, #ElINENoSeToca, entre otros, que trascienden a expresar el sentir de una sociedad despierta y activa.
Los próximos dos años serán fundamentales para exigir a nuestros futuros representantes de los tres órdenes de gobierno y del Poder Legislativo que estén a la altura de las circunstancias y que el elector sea visto no sólo como un voto más y, en su lugar, dar respuesta a diversas necesidades de la vida cotidiana, como trasladarnos al trabajo sin miedo a ser víctimas de la delincuencia, asistir a hospitales públicos que dispongan de medicamentos, contar con escuelas dignas y maestros bien capacitados. Éstas y muchas otras demandas son las que la ciudadanía estará atenta a que se cumplan.
Elementos como la participación y el diálogo son base para construir una nueva cultura democrática, en la que nadie se quede fuera y en la que principalmente se atienda a los que menos oportunidades han tenido. Es por eso que hoy no es momento de divisiones y polarizaciones, hoy es momento de un nuevo despertar cívico. #OpinónCoparmex